Sobre la naturaleza de la política

¿Conlleva inseparablemente violencia un proceso de polarización? Es un riesgo latente, pero depende de varios factores.

Durante las últimas décadas la polarización como fenómeno político ha sido abordada para describir en las democracias actuales a aquellos partidos y movimientos contrarios a los pilares que articularon los consensos democráticos-liberales de la posguerra.

Es así como se indica la aparición de la Lega Nord (Italia), del Freiheitliche Partei Österreichs (Austria), Rassemblement national (ex FN, Francia), sumado al éxito de proyectos personalistas como el de Donald Trump y Jair Bolsonaro, todos signos de polarización del electorado de derecha. Si bien algunas de las agrupaciones antes mencionadas no son nuevas, su éxito hasta antes de fines de los ‘80 e inicios de los ‘90, fue menor o esporádico. Por la otra vereda de la ecuación se indica de manifestaciones como Podemos (España), La France Insoumise (Francia), el kirchnerismo (Argentina), Syriza (Grecia), entre otros, que en su minuto habrían manifestado la misma tendencia en un electorado de izquierda: la polarización.

Lo relevante es entender a qué refiere el mentado término polarización en este caso. Implica algo obvio, irse hacia los polos, pero esto supone un centro. Lo no evidente es : ¿cuál sería en estos casos el centro en cuestión? Es posible indicar que lo constituye la forma política en la cual la democracia es entendida y estructurada desde los valores y principios del liberalismo. Son los principios liberales de «un ciudadano, un voto», «autonomía del individuo», «protección de la propiedad privada», «limitación del poder estatal», «existencia de alguna variante de la economía de mercado», los que serán el soporte normativo de la democracia consolidada durante el siglo XX. Esa democracia entenderá la participación política por medio de la elección periódica de representantes.

Cuando nos referimos a la polarización en democracia, lo hacemos en alusión a movimientos significativos que desafían radicalmente aspectos de ese conjunto de valores liberales de la democracia-representativa. Si es así, ¿es necesario preocuparse de los procesos de polarización? Depende. Veamos.

Lo primero es que la democracia como la conocemos hoy, es una amalgama con el liberalismo y una forma de sistema representativo, como señala Duncan Bell. Si bien es posible trazar esas asociaciones, esta alianza (democracia-representación-liberalismo) no logrará consolidarse hasta la mitad del siglo XX. La democracia es una palabra, concepto y práctica, muy anterior al liberalismo y por cierto, distinta a un sistema representativo. En un magnífico libro, Josiah Ober («Demopolis», 2017) describe las condiciones de una democracia anterior a la interacción con otras corrientes, tales como el mismo liberalismo. Para Ober la pregunta clave es hasta dónde una democracia pura puede garantizar estabilidad, limitar el poder y prometer niveles adecuados de seguridad y bienestar material. Esto es, si podría ser competitiva contra la democracia-liberal.

Esa incertidumbre respecto de la factibilidad de una democracia alternativa a la liberal, es parte de lo que explica el temor que genera la llamada polarización: si tiene éxito, podría haber inestabilidad. Un elemento constitutivo de ella es el desafío a las seguridades y garantías del orden liberal.

Quienes rechazan el uso del término polarización para caracterizar estos fenómenos, regularmente lo hacen anteponiendo la idea de la política como algo inminentemente agonal (de la idea griega de agon, pugna). La verdadera esencia de la política estaría en la confrontación. La paz de la democracia-representativa actual, sólo ocultaría el dominio hegemónico sin contrapeso del liberalismo. Desde una mirada agonal de la democracia (como la de Bonnie Honig, James Tully, Ernestro Laclau y Chantal Mouffe), el liberalismo negaría las condiciones mismas del pluralismo, ya que por su carácter despolitizador impediría el desacuerdo sustantivo y la impugnación del mismo derecho que el liberalismo defiende. Por su parte, estos últimos, los liberales, indicarán que las comprensiones agonales de democracia carecen de la capacidad de generar estabilidad por medio de la construcción y desarrollo de instituciones.

¿Conlleva inseparablemente violencia un proceso de polarización? Es un riesgo latente, pero depende de varios factores. Regularmente sucede cuando el sistema eje-imperante más sus defensores colapsan y quienes buscan su reemplazo, lo hacen desde extremos opuestos. Un ejemplo es la violencia que acompañó el desarrollo y fin de la República de Weimar. También podría desencadenar violencia producto de la reacción del eje-dominante hacia quienes de forma radical pretenden su colapso. La polarización dice relación a procesos contingentes de radicalización respecto de un eje-dominante (el cual también se puede radicalizar en su defensa). Es plausible señalar que la mayoría de los casos de polarización presentes en las sociedades democráticas-liberales se vinculan con una fuerza inicial de crítica del sistema normativo liberal que ha dotado de alma y sustento a la democracia-representativa.

 

 

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