Rose Marie Santini:

«A PESAR DE SU POTENCIAL, LA IA CARECE DE CREATIVIDAD Y DEL ANÁLISIS CRÍTICO QUE LOS PERIODISTAS APORTAN”

Profesora de la Escuela de Comunicaciones de la Universidad Federal de Rio de Janeiro y fundadora de Netlab, Santini ha dedicado una extensa labor a investigar campañas de desinformación en Brasil y el resto del mundo. En esta conversación, desarrolla su visión sobre la convergencia de la inteligencia artificial y el periodismo en el escenario global y analiza cómo dicha tecnología está dando forma a la evolución de los medios de comunicación.

Uno de los aspectos centrales de la irrupción de la IA en el periodismo es la automatización de la generación de noticias. ¿Cómo garantizar que la información producida contenga contextos y profundidad adecuados? ¿Seguirá siendo relevante la interpretación, la perspectiva humana y el análisis crítico?

-El uso de IA en el periodismo no es algo nuevo y en esta evolución pueden distinguirse tres momentos. En primer lugar, la IA se utilizó para automatizar la producción de noticias basadas en datos y con ello generó un cierto deslumbramiento de sus posibilidades. Cuando un periodista quería utilizar estadísticas en un partido de fútbol, por ejemplo, éstas pudieron conseguirse en tiempo real. En una segunda etapa, se utilizó la IA para cruzar datos y detectar tendencias. Actualmente, con la inteligencia artificial generativa, las cosas han cambiado. Hoy podemos pedir a un chatbot que elabore un artículo sobre un asunto o que escriba un artículo de opinión sobre un punto de vista específico. Podríamos requerir que replique el estilo de un escritor predeterminado o que use un tipo específico de lenguaje en una publicación, y esto cambia absolutamente el paradigma y los riesgos.

– ¿Cuáles son las limitaciones de la IA respecto de las habilidades humanas?

– La Inteligencia Artificial puede ser una herramienta valiosa para agilizar el trabajo en el periodismo, permitiendo enfocarse en la investigación, interpretación y análisis crítico. Sin embargo, es esencial recordar que la IA no puede reemplazar por completo las capacidades humanas. A pesar de su potencial para generar contenido de manera eficiente, carece de creatividad y del análisis crítico que los periodistas aportan. La IA generativa, por ejemplo, no satisface la demanda de análisis profundos, algo que los lectores buscan en medios como el Financial Times. Por tanto, es preciso tener cautela y nunca utilizar esas nuevas herramientas sin supervisión humana. Sabemos que el periodismo también está lleno de fallas que mitigamos a través de la edición. Lo mismo se aplica a la IA.

– Se habla mucho de la “industria de la desinformación”, ¿en qué consiste y quiénes la impulsan?

– Hoy vemos un desarrollo creciente de lo que llamamos la “industria de la desinformación”, que comprende intentos deliberados por promover narrativas o ideas que cumplan con los objetivos de ciertos agentes o actores sociales (ya sea con fines de lucro, poder político o influencia social). Los agentes y sectores involucrados operan como un ecosistema interconectado que recopila, procesa y analiza información sobre audiencias, muchas veces inconscientes, para distribuir e implementar campañas de desinformación. Éstas incluyen estafas, robo de datos u otras formas de ventaja informativa, política o financiera para fomentar algún cambio en un comportamiento que les es conveniente. Todos estos agentes ganan mucho dinero con la desinformación, la violencia digital, los asesinatos de reputación y la polarización ideológica.

“Cuando los consumidores se acostumbran a la información de baja calidad que prolifera en internet, el efecto indeseado es la incapacidad de distinguir las noticias de calidad de las noticias basura”.

– ¿Existe un incentivo económico en la desinformación?

-Exacto. Las plataformas digitales son gigantes empresariales con una industria multimillonaria basada en métricas como clics, likes y engagement. Parte del problema radica en que se las considera empresas tecnológicas y no de información, lo que les permite avanzar sin una regulación efectiva. Para abordar este problema, el poder político es la única vía para contrarrestar el poder económico. Históricamente hemos visto ejemplos en otras industrias, como la del tabaco, que en su momento era una poderosa industria con total libertad publicitaria y altos niveles de consumo. Sin embargo, la regulación llegó cuando se pudo cuantificar el impacto negativo en la salud y el costo para el sistema. La clave ahora radica en medir el costo de la desinformación. Lamentablemente, aún no hemos logrado esa medición precisa.

– En este nuevo esquema, ¿cuáles son los riesgos de los consumidores de información?

– Cuando los consumidores se acostumbran a la información de baja calidad que prolifera en internet, el efecto indeseado es la incapacidad de distinguir las noticias de calidad de las noticias basura. Hacerlo resulta muy costoso, pues requiere de una buena dosis de investigación. Un informe publicado por Freedom House muestra que al menos 47 gobiernos han utilizado comentaristas falsos para difundir propaganda (desinformación) en 2023, el doble que hace una década.

Hoy vemos un desarrollo creciente de lo que llamamos la ‘industria de la desinformación’, que comprende intentos deliberados por promover narrativas o ideas que cumplan con los objetivos de ciertos agentes o actores sociales”.

 

– Evidentemente, esto impacta negativamente en la credibilidad. ¿Afecta esta pérdida a los medios de comunicación tradicionales?

– El problema de la pérdida de credibilidad de los medios es global. El informe de Reuters con la Universidad de Oxford muestra que las plataformas son, con diferencia, la forma más común en la que las personas están expuestas a críticas y mensajes de descrédito a los medios tradicionales. En promedio, el 49% de la población reporta estar expuestas a este fenómeno y en algunos países este número es mucho más alto, como en Brasil y Estados Unidos. Nuestro laboratorio Netlab UFRJ identificó en Brasil una campaña permanente contra la prensa del país. Ésta, coordinada por grupos políticos, busca legitimar sus propios vehículos y manipular a la población en contra de sus oponentes.

– En este contexto ¿qué condiciones o qué mínimos deberían exigirse para decir: “Sí, esto es creíble”?

– Creo que el problema es muy complejo y se explica por la evolución misma del concepto de “verdad”. En cierto sentido, vivimos entre dos conceptos de verdad que son concurrentes y compiten entre sí. Uno es factual, más propio de la ciencia y de un periodismo más clásico. El otro surge de un grupo de personas que piensan que detrás de todo hay intenciones. En ese caso la verdad está más conectada con aquello que pienso son las verdaderas intenciones. Por ejemplo: la mitad de los republicanos votantes de Trump piensan que él nunca ha mentido. Creen que es honesto, valiente y que dice lo que nadie se atreve a decir. Entonces, el “verdadero” de este grupo está fuera, está en los factuales y nada tiene que ver con la verdad como la hemos entendido desde la Ilustración. Somos, de alguna forma, viudos del iluminismo.

– ¿Qué riesgos corremos como consecuencia del desprestigio de los medios de prensa tradicionales?

– Aunque la crítica a la prensa es sana y necesaria en cualquier país democrático, lo que estamos viendo no es una crítica constructiva, sino la destrucción del periodismo. Sabemos que cualquier democracia necesita un periodismo serio e independiente. Sabemos también, que debido a la crisis económica la calidad está cada vez más comprometida. Sin embargo, necesitamos encontrar una manera de hacer que el periodismo sea económicamente viable, porque esto compromete seriamente la democracia y a las generaciones futuras.

«Necesitamos encontrar una manera de hacer el periodismo económicamente viable, porque esto compromete seriamente la democracia y a las generaciones futuras”.

«LA CONVERSACIÓN ES AHORA LA PLATAFORMA»

– ¿Cuáles son los factores clave que han impulsado la migración de la audiencia desde los medios tradicionales hacia plataformas digitales?

– Creo que hay varias formas de responderte. Podría decir, por ejemplo, que estas plataformas están concentrando el consumo de contenido de todo tipo. En la misma plataforma hablas con la gente, compartes contenido, lees noticias, ves videos de entretenimiento, etc. Es decir, están concentrando toda la producción de contenido. Uno despierta, y la primera cosa que hace es abrir las aplicaciones. Vas a WhatsApp, Facebook, Twitter, para saber lo que está pasando. El ser humano tiene necesidad de comunidad y la plataforma permite compartir esa sensación, consumir juntos y generar grupos de pertenencia. Estamos cada vez más individualizados, aislados, en nuestras casas, haciendo nuestras cosas, y en ese contexto la plataforma es una ventana.

– ¿Estamos reemplazando la conversación por la plataforma?

– Sí, la conversación ahora es en la plataforma.

– ¿Los medios de comunicación tradicionales deberán adaptarse a esta nueva realidad para ser competitivos?

– No lo sé. Es una buena pregunta. Hay varios aspectos. Uno es el económico. La gente va a la plataforma, porque teóricamente es gratis. Hasta ahora no pagamos para estar en Twitter, o WhatsApp, pero sí lo hacemos para leer el periódico. Luego distinguiría entre la entretención y la información. Respecto de la primera, los medios tienen que adaptarse. Pero respecto del segundo, no. El periodismo debe hacer información de calidad. No puede ceder a las presiones del mercado. En cierto sentido es como la ciencia. ¿Quién quiere leer un artículo científico? Nadie, es aburrido. Lo que necesitamos discutir es cómo ese periodismo va a ser cada vez más serio y, también, viable económicamente. Para mí la gran cuestión es cómo se va a sostener. Quizá vamos a tener un periodismo non-profit, que no busque ganancia. El entretenimiento podría seguir otro camino.

– En este contexto, ¿cuáles son los imprescindibles del periodismo hoy?

– Transparencia absoluta, responsabilidad y libertad. Los periodistas tienen que permanecer independientes, libres de hacer las investigaciones que tengan que hacer, y eso significa que tenemos que estar en un régimen de democracia. La libertad tiene que estar garantizada por el sistema democrático. El periodista tiene que ser muy firme, una persona con coraje. La segunda es la responsabilidad. Debe tener un rigor casi académico, y ser responsable por eso. Por último, la transparencia. Entonces, cuando es opinión, tiene que estar claro que lo es. Y cuando no, debe estar claro también. Por último, es fundamental que frente al error el periodista debe rendir cuentas. La diferencia entre la industria de la desinformación, y la industria de la información, es que la segunda tiene nombre y responsable, por eso es creíble.

– ¿Es necesaria una “educación mediática” de las audiencias?

– Sí, pero sólo puede hacerse si hay la regulación, responsabilidad y transparencia. En caso contrario, si hablamos sólo de educar a la audiencia estaríamos transfiriendo al individuo, de forma muy individual, todo un problema sistémico. Y es imposible para una persona chequear como si fuera un periodista. Creo que los medios pueden ayudar a hacer educación mediática. Te voy a dar un ejemplo: durante la pandemia Donald Trump sostuvo que no era necesario tomar la vacuna. Los periódicos decían: “Trump dice que no es necesaria la vacuna”, o que “la vacuna mata”. Eso no es el periodismo serio. Por el contrario, es diseminar desinformación. El periodismo serio tiene que explicar por qué Trump está mintiendo. Se hace educación mediática mientras hace periodismo.

«El periodismo debe hacer información de calidad. No puede ceder a las presiones del mercado”.

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