DE CUERPOS HUMANOS COMO ANIMALES, AL RETRATO DE UNA REINA:

Los 100 años de Lucian Freud

El 2022, se cumplió un siglo del natalicio del artista que con particular trazo retrató al ser humano en su expresión más física, pero también entró en la intensidad de sus mentes, habilidad quizás heredada de su abuelo, el ilustre sicoanalista Sigmund Freud.

El apetito del pintor británico Lucian Freud (1922-2011) por la vida fue legendario. Jugando a la especulación psicoanalítica, escuela de la que fuera fundador su abuelo Sigmund Freud, cargó con semejante apellido sobre sus hombros, asunto que no debió haber sido una tarea fácil. Y en lugar de dejarse apabullar por esta imposición azarosa del destino, el artista hizo que la libido fuera la principal fuerza que guiara su mundo personal y profesional. Fue un personaje controvertido, y sus aventuras sexuales con mujeres mucho más jóvenes eclipsaron en parte sus méritos como pintor. Pero esta es una injusticia, pues sus obras exudan una singularidad inconfundible entre los grandes pintores del siglo XX. En sus famosos desnudos, tendidos sobre un sofá o sobre una alfombra en el suelo, honestos e impúdicos incluso, aparece una paleta discreta seducida por la gama de los ocres. Usando tanto pinceles como espátulas, el artista hizo surgir, hacia los últimos años de su carrera, los gruesos empastes que le agregaban a la superficie lisa del lienzo una textura provocadora, casi erótica.

En una entrevista otorgada a la BBC, Freud señaló: “Mi tema preferido son los seres humanos, estoy muy interesado en ellos como animales, y parte del gusto de abordar el desnudo es por ello”. Su talento en este ámbito no se restringía a sus cualidades como dibujante, que mostró desde sus primeros años como estudiante en la Central School of Art de Londres, o como pintor, inscribiéndose en una ilustre tradición que se remonta a Bellini y a su admirado Tiziano, luego continuada por Rubens, Velázquez, Delacroix, Manet y por su contemporáneo Francis Bacon. Acaso además heredó de su abuelo un atributo todavía más excepcional. Sus lienzos transparentan una capacidad única para penetrar en el universo psicológico de cada uno de sus modelos, logrando plasmar su psiquis de forma extraordinaria. No son sólo cuerpos que transmuta en carne, o humanos devenidos en animales. Son sujetos acosados por quimeras lascivas, obsesiones tortuosas y miedos indecibles.

En 2001 el pintor retrató a la Reina Isabel II. Fueron varias sesiones a lo largo de nueve meses, y la obra final mide 15.2×23.5 cm.

Reflection (autorretrato), 1985.

En 2001, Freud hizo un retrato de la recientemente fallecida reina de Inglaterra, Isabel I. Se lo consideró como el mejor de su tipo creado en los últimos 150 años. Una de las razones para argumentar semejante apreciación fue la maestría con que el artista pudo hacer tangible el cansancio de un cuerpo agobiado por décadas de oficio monárquico, pero también una mirada fatigada que expresaba el peso existencial de la enorme corona con la que la reina ataviaba su cabeza. Una vez más encontramos al artista sumándose a una conspicua tradición, a aquella de los pintores de corte, posición tan atesorada por el linaje artístico al que pertenecía. No obstante, Freud fue un hombre tímido, amante de la soledad, que rehuía el ojo público. Así fue como, entre la notoriedad y el anonimato, la muerte sorprendió al pintor envuelto en un manto de misterio que aún no ha sido por completo descorrido.

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Versión impresa
edición #3 / pag 30-31

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