EL DESTINO EN UNA MULTITIENDA

LA INCREIBLE HISTORIA DE ELIZABETH COTTEN

Contra todo lo que la vida parecía depararle, y de manera completamente autodidacta, la compositora y guitarrista nacida en Carolina del Norte en 1895, inventó un estilo propio que la transformó en un “tesoro vivo”.

Autora de “Freight Train”, canción infantil que compuso a los 11 años y que logró llegar al número 1 de las listas musicales interpretada por Peter, Paul and Mary, Elizabeth Libba Cotten (1895-1987) estuvo en el lugar y en el momento correcto, cambiando el destino de su vida para siempre. Aunque claro, si la historia fuera enteramente justa, uno esperaría que esa oportunidad hubiese llegado antes. Nacida en Chapel Hill, en Carolina del Norte, su aproximación a la música comenzó desde muy pequeña y de manera autodidacta, contraviniendo la prohibición de sus padres de acercarse a los instrumentos de su hermano. La costumbre decía que los hombres podían hacer música, las mujeres no. Pero apenas sus padres salían de la casa, Elizabeth se abalanzaba sobre la guitarra y el banjo. Así fue como llegó a desarrollar una técnica única que los investigadores y musicólogos llamaron “el estilo Cotten”. . Se trataba de la inigualable manera en que ella tocaba las cuerdas graves con los dedos y las agudas con el pulgar.

A pesar de la oposición, Cotten logró comprarse una guitarra marca Stella de $3.75 dólares que colgaba en una tostaduría cerca de su casa, y con ella siguió componiendo canciones. Con tan solo 15 años contrajo matrimonio, pronto nació su única hija Lily, y pasó buena parte de su tiempo en la iglesia. Una y otra vez trataron de convencerla de dejar esas canciones -para ellos- mundanas. Si se trataba de música, decía el pastor, Cotten debía abocarse a los coros de la iglesia y no a esas canciones de tipo folk sobre asuntos domésticos y cotidianos. Pese a todos los obstáculos, Elizabeth mantuvo su convicción intacta y persistió componiendo canciones, la mayoría herederas de las viejas canciones de cuna que a finales del siglo XIX y principios del XX cantaban las mujeres esclavas afroamericanas para hacer dormir a niñas y niños ajenos.

EL GIRO A LA FAMA

Después de realizar labores de todo tipo, Cotten logró encontrar estabilidad trabajando en una multitienda en Washington DC. De personalidad amable, su desempeño como vendedora era bueno. Un día vio a una niña que estaba perdida entre los pasillos y la ayudó a encontrar a su madre. Su nombre era Peggy Seeger, hija de Charles Crawford (pionero en el campo de la etnomusicología) y Ruth Crawford Seeger (compositora y profesora de música). En agradecimiento, Ruth le ofreció trabajar en su casa al cuidado de sus hijos. Cotten aceptó.

La afición de los Seeger por los cantos folclóricos era enorme, tenían una gran cantidad de instrumentos, entre ellos, una guitarra y un banjo. No podía haber un lugar más indicado para Cotten, pero le llevó años atreverse a tomar una de las guitarras de los Seeger. Finalmente lo hizo, en silencio, y sin que nadie la viera, salvo Peggy, la niña perdida que la trajo a esa casa y que no demoró en advertir a sus padres sobre la inmensa riqueza musical que Elizabeth traía consigo. Profundamente avergonzada, la músico se deshizo en disculpas y explicaciones. Muy por el contrario, la familia Seeger sólo la alentó a seguir tocando. Mike Seeger, uno de los hijos mayores del matrimonio, decidió grabarla y fue ese material el que llegó a oídos del etnomusicólogo y recopilador de canciones populares más importante de Estados Unidos, Alan Lomax.

A los 62 años, Cotten grabó su primer disco: “Negro Folk Songs and Tunes” (1957). Grabado por el mismo Mike Seeger, se convirtió en uno de los pocos álbumes de música folk de principios de la década del ‘60 considerado auténtico, lo que lo transformó en un disco muy influyente. De ahí en adelante, la carrera de Cotten no se detuvo. Tocó en el Festival de Folk de Newport y también en Filadelfia y luego comenzó a realizar giras por todo Estados Unidos. La invitaron a tocar a casas de senadores y congresistas, incluida la de John F. Kennedy. Luego vendrían algunos premios como el Burl Ives de Folk Nacional 1972 (por su contribución a la música folclórica estadounidense), o el de la ciudad de Syracuse honrándola en 1983 con un pequeño parque que lleva su nombre.

Más tarde fue incluida en el libro “I Dream a World: Portraits of Black Women Who Changed America”, de Brian Lanker, junto a Rosa Parks, Marian Anderson y Oprah Winfrey. En 1984 Cotten fue declarada Miembro del Patrimonio Nacional de Estados Unidos, y más tarde, el Instituto Smithsoniano la nombró “Tesoro vivo”.

En 1985, a sus 90 años, recibió un Grammy. Y su último concierto, que tuvo lugar en New York el año 1987, fue organizado nada menos que por Odetta, la leyenda del canto folk. Ese mismo año Elizabeth murió. Pero sus canciones siguieron sonando, no sólo a través de Peter, Paul and Mary, o Mike Seeger. The Grateful Dead hizo una memorable versión de “Oh, Babe, It Ain’t No Lie” y Bob Dylan otra de “Shake Sugaree”.

Lo que parecía ser una obra silenciosa y condenada al anonimato, dio un giro tan insospechado como fascinante. Un nuevo destino se abrió en el horizonte de Elizabeth Cotten gracias, en parte, a un descuido en una multitienda.

 

 

 

 

Derechos de autor fotografía: ©SP Murray

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