LENGUAJE (al estilo) INCLUSIVO
El debate en torno al uso y pertinencia de un nuevo lenguaje no sexista ni discriminatorio se ha instalado. Pero la preocupación debería enfocarse en cómo utilizar el discurso y entender además el rol que juega el registro y el contexto.
La forma de hablar menos sexista, sin discriminación y respetando las disidencias de las identidades del género dentro de la sociedad, se ha convertido en una de las preocupaciones del último tiempo. La discusión se resume, principalmente, por si es prudente, factible y necesaria la utilización de un lenguaje inclusivo. Por un lado, están quienes lo encuentran una pérdida de tiempo, un intento infructuoso que contradice la economía de la lengua, que trasgrede las reglas gramaticales, hasta a veces distorsionar el español, concluyendo que esta manera de hablar no es la solución a los problemas de inclusión social. Por otro lado, están quienes reclaman que las lenguas van evolucionando acorde con los cambios socioculturales, que el lenguaje sí es un medio y uno de los más poderosos para lograr la inclusión, no solamente porque crea realidades, sino porque se adapta en las nuevas y, por ende, permite que éstas sean visibles.
Ahora, la pregunta que surge es cómo hacer que este debate avance. ¿Se trata de sólo un asunto entre quienes lo rechazan y quienes lo aprueban? ¿Han sido los motivos políticos, ideológicos, socioculturales, incluso pedagógicos, suficientes para entender este fenómeno a cabalidad? ¿Qué pasa entre todas esas propuestas que sugieren las guías o manuales de organismos nacionales e internacionales de un lenguaje no sexista y su equivalente empleo en el habla cotidiana, en las redes sociales, en los comunicados de empresas y/u otros colectivos? ¿Hay un uso transversal o un uso selectivo? ¿Por qué a veces su utilización resulta errónea e incluso burlesca? ¿Cuál debería ser el enfoque para comprender lo que realmente es el lenguaje inclusivo? ¿para qué sirve? ¿cómo se debe o no se debe utilizar? A continuación, se intentará responder algunas de estas interrogantes, desde una perspectiva lingüística.
Una de las prácticas más comunes para visibilizar el género femenino, sin priorizar el uso de un masculino genérico, es desdoblar la lengua. Es decir, en vez de “estimados profesores” utilizar “estimadas y estimados profesores”. No obstante, esta selección resulta agramatical, mientras que su forma completa “estimadas profesoras y estimados profesores”, es a su vez muy poco económica. Es prudente considerar que, si un hablante empieza a desdoblar, debe hacerlo a lo largo de su discurso, algo que mayormente es imposible lograr. Esto es porque la lengua funciona en diferentes niveles y para que algo sea coherente, es indispensable que se mantenga una concordancia entre diferentes elementos dentro de la oración. Esto significa que se deben desdoblar también los artículos (los/las), los pronombres (ellos/ellas) y todas aquellas expresiones que aluden a esta distinción. Por consiguiente, uno desea ser más inclusivo, pero al mismo tiempo se enfrenta con esta dificultad cognitiva en el uso de la lengua ¿Cuál sería la solución? Una combinación del tipo “estimadas y estimados docentes” o la utilización de un colectivo, “estimado profesorado” o simplemente la omisión, “estimadas y estimados”, son algunas alternativas posibles. Estas opciones se entienden como una cuestión de estilo que, de todas formas, ponen al hablante en una posición que no es menor: pensar en cómo se va a expresar.
En esto, no hay que dejar de lado la relevancia que tiene el contexto y a quiénes nos referimos; cuál es la intención comunicativa, dentro de qué registro y bajo qué circunstancia. Por ejemplo, en textos de mensajería instantánea, en comunicados, en anuncios, en propagandas y sobre todo en las distintas plataformas de redes sociales, está cada vez más extendido el uso de x, @ y “e”, “para todxs aquell@s persones” que así lo requieren.
¿Cuál es el problema con estas alternativas? Las dos primeras no son pronunciables, lo que limita su uso en un formato escrito e informal. La tercera, la “e”, aunque sea pronunciable, entorpece nuevamente con el aspecto cognitivo: se exige un mayor esfuerzo para que su uso resulte consistente en el habla. Además, como propuesta ha sido la más criticada, básicamente porque impone la incorporación de un nuevo elemento gramatical, como una tendencia para cambiar algo que se ha considerado estándar y normativo. Más aún, este intento, muchas veces generalizado, provoca rechazo y burlas, ya que, por ejemplo, no son pocas las ocasiones en las que se coloca la “e” sin ninguna relevancia (“cuerpe”, “silles”) o incluso se utiliza dentro de un registro formal escrito que no encaja. ¿Cuál debería, entonces, ser el significado de este nuevo elemento? Sin duda, hay un cambio social relacionado con la identidad de género, pero antes de apelar a la creatividad lingüística, primero, hay que buscar formas que permiten expresarse de manera neutra, si este es el objetivo de la comunicación. Por ejemplo, ¿por qué hablar de “persones”, si “personas” no tiene marca de género y es inherentemente incluyente?
La preocupación debería enfocarse en cómo utilizar el discurso, qué recursos seleccionar para que el habla no resulte discriminatoria y saber el rol que juega el registro y el contexto. Hay que reconocer que el lenguaje inclusivo contribuye en despertar la conciencia social y a la vez a la competencia lingüística: el hablante se siente más comprometido con su manera de hablar, con el modo que elige para dirigirse a los demás. Es válido que no hay que forzar la lengua, que los cambios lingüísticos son lentos y se producen de manera sutil, natural y espontánea; que hay diferencias entre la introducción de una nueva palabra y un cambio gramatical. Por consiguiente, no se trata de esforzarse para inventar un nuevo tipo de idioma, sino reconocer dentro del mismo los recursos que se requieren para lograr una buena y adecuada comunicación. Por último, no olvidar que no hay nada más valioso que preocuparse del lenguaje (al estilo inclusivo), para todAs aquellas situaciones que lO ameritEn.