CHILENISMOS:

DEL CONDORO A LA CHISPEZA

La Academia Chilena de la Lengua anunció un convenio con la Real Academia Española para elaborar el Diccionario histórico de la lengua española. La investigación de chilenismos significará también el reconocimiento de que somos una variedad tan valiosa, rica e interesante como cualquier otro dialecto del tan extendido español.

Los chilenos solemos ser muy conscientes de nuestra forma de hablar. Cuántas veces nos hemos oído a nosotros mismos afirmando que “hablamos tan mal” en comparación a otros hablantes de español, como si hubiera una sola forma correcta o superior de utilizar la herramienta que es la lengua. Al mismo tiempo, nos enorgullecemos de la creatividad de ciertas creaciones lingüísticas, desde la “chispeza” de Gary Medel a los juegos de palabras que todo chileno conoce, como “¿Qué talca?” o “Estamos listeilor”.

Desde fines del siglo XIX ha habido intentos y registros de esta manera de hablar propia de los chilenos. Zorobabel Rodríguez, en su Diccionario de Chilenismos de 1875, ya recogía palabras como amurrarse o pechoño. Si bien en algunos de estos diccionarios del léxico diferencial de Chile se puede deducir un intento por explicar el origen de estas expresiones, los compendios hasta ahora -el más reciente el Diccionario de uso del español de Chile, de 2010- son una aproximación semántico-descriptiva al fenómeno, lo que deja un amplio campo para las hipótesis y la etimología popular a la hora de explicar mediante qué procesos se ha ido creando este léxico -y también transformaciones sintácticas o derivativas- que nos identifica. ¿Sabemos el origen del sustantivo condoro?

La etimología popular nos arroja variadas fuentes: algunos la atribuyen a las acciones de la caricatura cómica Condorito, para otros es evidente que se refiere a la anécdota futbolística del Cóndor Rojas en 1989, quien simuló haber sido herido por una bengala en las clasificatorias al Mundial de 1990, el mayor escándalo de la historia del deporte chileno. Ante esto, la Academia Chilena de la Lengua ha anunciado un convenio con la Real Academia Española para elaborar el Diccionario histórico de la lengua española. La investigación de chilenismos estará a cargo de la lingüista Soledad Chávez Fajardo, a la cabeza de un equipo redactor nacional en el que participan 21 lingüistas de nueve universidades del país. La elaboración de este diccionario, para la Academia Chilena de la Lengua, “situará el español a la altura histórica que le corresponde como lengua de cultura y en el nivel de prestigio alcanzado por otras lenguas en el progreso científico, la investigación, el pensamiento y la comunicación universales”. Para los chilenos, significa también el reconocimiento de que somos una variedad tan valiosa, rica e interesante como cualquier otro dialecto del tan extendido español, de la misma forma que reconocemos el valor patrimonial de nuestra literatura.

El aporte del equipo chileno a este diccionario pretende recoger la investigación en lingüística histórica que se viene realizando en las últimas décadas en el país y demostrar que las principales teorías que explican el cambio lingüístico general -como la concepción de ideas abstractas a través de conceptos más concretos que van expandiendo su sentido- son también aplicables al origen de nuestro léxico. Un primer ejemplo podría ser el adverbio altiro, “de inmediato” en el español de Chile, que tiene un origen bastante transparente: hacer algo a la velocidad de un tiro. Pero, ¿qué procesos ocurren en ese cambio sintáctico, de sustantivo a adverbio, y semántico, de objeto a una cualidad? La tarea de un diccionario histórico es reconstruir esta deriva. Hay documentos que confirman la hipótesis de que a comienzos del siglo XX se hacía un tiro para detenerse a descansar del trabajo, y Zorobabel Rodríguez recoge al tiro ya como una expresión chilena desde 1875. Lo interesante de esta expresión es su movimiento desde las clases más populares a instaurarse en el habla coloquial de todas las capas sociales para fines del siglo. Por otra parte, de ser una locución (al tiro), ha pasado a conceptualizarse y aceptarse como una sola palabra en la escritura (altiro), lo que confirma su carácter de concepto integrado a nuestra lengua.

Un segundo ejemplo es el “ya” como respuesta con sentido afirmativo, cosa que no existe fuera de nuestras fronteras. En otras variedades dialectales es incluso una respuesta displicente, pero, para nosotros, equivale a una respuesta positiva. El español de Chile ha desarrollado además de esta, otras maneras de expresar aprobación; un “sí”, de manera menos directa. Pensemos en expresiones como “demás” o la locución “de todas maneras”. Para un hispanohablante no chileno, de todas maneras es un conector equivalente a “de todos modos”, que necesita una continuación. Para nosotros esa frase tiene un sentido autónomo, equivalente a un “sí” entusiasta. Ya se ha estudiado la atenuación como rasgo distintivo del español chileno -en la frecuencia de uso de diminutivos, por ejemplo- y la expresión de la polaridad positiva podría ser otro campo semántico donde tal vez se manifiesta, en ejemplos como los anteriores. Preguntas como estas, tendencias, rasgos comunes, son una de las aristas que abrirá este trabajo etimológico enfocado en chilenismos: la descripción de cada uno busca, como vertiente esencial desde la lingüística, seguir intentando entender, desde nuestra lengua, quiénes y cómo somos.

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