¿CHILENO,SHILENO O TCHILENO?:
ESA ES LA CUESTIÓN
Una de las características del habla chilena es la variación con la que se pronuncia la c-ache, convirtiéndose en un identificador de pertenencia que puede representar un determinado origen geográfico o social. Es importante recalcar que el acento es un aspecto distintivo e intrínseco y como tal se reconoce, se puede modificar, de manera consciente o inconsciente, según dónde y cómo se posiciona el hablante.
Dentro de la zona dialectal del español latinoamericano, el chileno posee un lugar especial. Su peculiaridad no se debe sólo a lo léxico, a sus famosos chilenismos, sino también a aquellos rasgos fónicos que lo convierten en un español único en la región. En este sentido, esta variedad, dependiendo de cuán culta o inculta sea la norma y en qué registro formal o informal se emplea, se caracteriza por tener una mayor velocidad y una pronunciación diversa; el habla es rápida y algunos sonidos tienden a debilitarse: se aspiran las “-s-” al final de “lah palabrah” y las “-d-” que aparecen a “menu(d)o” entre vocales. Estas particularidades se traducen a desafíos de comprensión para los no hispanoparlantes quienes, cuando se sumergen en el mundo chileno, se enfrentan con estas y otras curiosidades de su propio acento.
Una de las más típicas es la que se refiere a la “c-ache”. Su pronunciación resulta bastante llamativa para un extranjero, especialmente cuando escucha cómo se adaptan en el habla chilena ciertas palabras provenientes de otros idiomas: ¿por qué el chileno habla de “chow”, “suchi”, “chopping mall”, “chort” ?; ¿por qué y con qué motivo prefiere “chilenizar” estos extranjerismos?; ¿por qué su inglés suele sonar más “Englich” que “English”?
Una respuesta bastante intuitiva sería a que al chileno le gusta enfatizar su identidad chilensis, con el empleo de este sonido. Aun así, ¿por qué tiende a invertirlo?, ¿es porque la “sh” de otros idiomas se asemeja más a la “ch” del español y por analogía se suele reemplazar para simplificar su pronunciación? Si fuera así, ¿qué pasaría con el aprendizaje de ciertas palabras en inglés (“chair-share” = ‘silla-compartir’, “shoes-choose” = ‘zapatos-seleccionar’, “chop-shop” = ‘cortar-comprar’, “watch-wash” = ‘mirar-lavar’), cuyo significado está sujeto a una pronunciación distintiva para evitar ambigüedades?
Al parecer, el asunto se aleja de una mera similitud entre estos dos sonidos y la preferencia de aquel que suena más “chileno” que “shileno” es posible que esté relacionada con la conciencia sociolingüística que el hablante originario de Chile va desarrollando. Esto quiere decir, que siendo la variación un rasgo natural dentro de las lenguas, se trata como un identificador de pertenencia entre uno u otro grupo.
En este marco, en la comunidad de habla chilena se reconoce que su español puede ser “chileno”, “shileno” o “tchileno”, entendiendo que estas denotaciones tienden a tener una marca de origen geográfico o social diferenciador: quienes vienen del sur o del norte del país suelen ocupar un español que suena más “shileno”, mientras quienes son de un área más central emplean un “chileno” cercano a aquello que se considera más estándar o más neutro. Además, dentro de la capital es patente un uso semejante a un español “tchileno”, utilizado por quienes provienen o quieren identificarse con un grupo sociocultural alto. De esta manera, la cuestión de una pronunciación “shilena”, más allá de ser auténtica o campesina, se convierte en un marcador de habla inculta, dando lugar a su opuesta “tchilena” de un habla culta, pero que a su vez adquiere una marca estereotipada de una expresión exagerada o forzada. Ante este antecedente, se puede preguntar: ¿Es el surgimiento de dicha oposición la razón de la transferencia del sonido “ch” al correspondiente “sh”?
“Esta pronunciación se ha reflejado
en los recientes acontecimientos sociohistóricos del país:
desde el estallido social y su emblemático
“Chile despertó, Shile despertó, Tchile
despertó”, hasta el resultado del plebiscito
de salida, el “rechazo” (y sus eventuales
equivalentes “reshazo” o “retchazo”)”
Ante esta interrogante, sirve entender que nos enfrentamos a una problemática que toma una dimensión sociolectal, ya que la pronunciación de la “c-ache” es dispersa e incide en factores socioculturales: sus variantes aparecen en un eje social o geográfico de pronunciación variable. En este contexto, es relevante saber que este fenómeno lingüístico ha sido objeto de interés por un largo tiempo: desde los pioneros estudios fonéticos y registros del habla chilena por los lingüistas, Rodolfo Lenz, a fines del siglo XIX, y Rodolfo Oroz, a mediados del siglo XX, hasta la actualidad. Su análisis científico reciente ha demostrado que los hablantes chilenos, en su gran mayoría quienes habitan Santiago u otros centros urbanos, suelen manifestar unas actitudes lingüísticas hacia el uso de una “c-ache” más prototípica, menos periférica y menos marcada. Esto quiere decir que a nivel físico en la emisión de este sonido en particular, hay un continuum de diferentes variantes, donde a lo largo de los dos polos extremos (c-ashe vs. c atche), la pronunciación puede oscilar entre variantes que se asimilan a una “c-ache” más estándar. ¿Es entonces, esta tendencia hacia un uso más normativo y estandarizado lo que impulsa a un acento más neutro “chileno”? Puede que esta sea una explicación, sin que sea categórica, como la misma pronunciación tampoco lo es. Para esto es importante recalcar que el acento es un aspecto distintivo e intrínseco y como tal se reconoce, se puede acomodar, modificar, moldear, cambiar de manera consciente o inconsciente, según dónde y cómo se posiciona el mismo hablante.
Por último, tal vez nos sirva recordar cómo esta pronunciación ha sido reflejada en los recientes acontecimientos socio-históricos del país: desde el estallido social y su emblemático “Chile despertó, Shile despertó, Tchile despertó”, hasta el resultado del plebiscito de salida, el “rechazo” (y sus eventuales equivalentes “reshazo” o “retchazo”), para reflexionar sobre lo qué nos dice esta variación, los prejuicios que se pueden formar a partir y en torno a ésta, así como el modo en que este fenómeno sociofonético tenga un impacto comunicativo, incluso pedagógico. Quizás es hora de pensar en su cuestión y en su verdadero significado dentro de la idiosincrasia chilena.