UNA COSTA ARTIFICIAL

En un mundo en constante transformación, los ecosistemas costeros parecieran ir a su inevitable extinción. El reemplazo de ecosistemas naturales supone también un cambio en las especies que los habitan. ¿Cómo frenar el cambio y la agonía que esta naturaleza marinaterrestre experimenta?

La expansión de las ciudades y actividades costeras ha ido en aumento, y se proyecta que para el 2028 la infraestructura artificial o construida cubrirá alrededor de 40 mil kilómetros cuadrados de costa y océano. Así, diversos ecosistemas oceánicos y costeros se verán altamente afectados por esta expansión urbana hacia el mar. El avance de este proceso de “artificialización” involucra una transformación inevitable de los ecosistemas naturales, los cuales o son completamente removidos, o son alterados de tal forma que pueden ser considerados “nuevos ecosistemas”. Como resultado de la interacción con las actividades humanas e infraestructura urbana, distintas especies de flora y fauna exótica comienza a proliferar y dominan estos hábitats.

Extinción programada

Los ecosistemas costeros son interfaces donde la tierra se conecta con el océano y su persistencia depende de la interacción permanente entre estos ambientes. En este sentido, el valor de esta conexión en la resiliencia de los ecosistemas frente a las perturbaciones naturales y antrópicas es fundamental. Estudios como los de Melanie J. Bishop (2017); Effects of ocean sprawl on ecological connectivity: impacts and solutions, indican, sin embargo, que esta conectividad natural se ve significativamente reducida por la expansión de infraestructura artificial. Las infraestructuras construidas en los bordes costeros de las ciudades reemplazan fragmentos completos de hábitats naturales y este proceso va generando paulatinamente una reducción importante de costa rocosa, playas, humedales y dunas, lo cual pareciera condenar a estos ecosistemas a una extinción local futura. Ya en 1994 David Tilman en su texto Habitat destruction and the extinction debt, predice que incluso aunque sea moderada, la destrucción de fragmentos de hábitats naturales puede llevar a la extinción de un número considerable de especies nativas. Esto tendría costos ecológicos futuros significativos, especialmente por el rol que muchas especies cumplen en los ecosistemas y que se traducen en servicios valiosos para los seres humanos.

A pesar de que la destrucción o reemplazo de hábitats naturales puede ser enormemente negativa para los paisajes costeros, la persistencia de al menos pequeños fragmentos naturales podría ser suficiente para permitir que la biodiversidad prospere. Así, surge una esperanza, pero también una necesidad imperativa de reestablecer la naturaleza costera, su belleza y otros múltiples servicios de los que depende nuestra humanidad.

Especies nativas por exóticas

El reemplazo de ecosistemas naturales supone también un cambio en las especies que los habitan. Es común que muchas especies de animales convivan con el ser humano, logrando adaptarse de forma excepcional a las construcciones urbanas. Estas especies, llamadas sinantrópicas, muchas de ellas exóticas o invasoras, pueden reemplazar a las especies nativas y ocupar su espacio y sus roles.

Hábitats construidos en la costa, como rompeolas, murallones, u otras defensas costeras, los cuales son considerados “nuevos hábitats”, pueden favorecer la propagación de especies exóticas en desmedro de la flora y fauna nativa. Muchas de estas especies son consideradas plagas, y revisten un daño significativo vo a nuestro bienestar. En su revisión del 2016; Ocean sprawl: challenges and opportunities for biodiversity in a changing world, se muestra cómo la proliferación de infraestructuras costeras ha ido cambiando la configuración de los ecosistemas marinos costeros alrededor del mundo; tanto la diversidad como la abundancia de algas e invertebrados nativos se reduce mientras que especies exóticas-invasoras toman su lugar. Esta transición es sutil al principio, pero puede ir acentuándose con el tiempo hasta que las especies invasoras pueden volverse dominantes. Este proceso también puede ser evidente en dunas o humedales costeros que están cerca o embebidos en la matriz urbana.

Los desechos de origen antrópicos, la luz artificial, y actividades que las personas realizan en, o cerca de, infraestructuras costeras pueden potenciar en forma conjunta la reducción de la biodiversidad nativa abriendo así una ventana de oportunidades para la expansión de especies exóticas.

El considerar la diversidad de ecosistemas que conforman el paisaje costero y su conectividad natural en el diseño de nuestras ciudades, podría brindarnos la tan ansiada adaptación y protección que nuestras urbes necesitan para enfrentar los cambios globales que paulatinamente se han ido acentuando en nuestro planeta. La transformación que experimenta actualmente nuestra biosfera parece inevitable, pero la planificación urbana y la restauración ecológica bien informada, pueden reducir el potencial de reemplazo de los ecosistemas costeros y la extinción futura de la biodiversidad nativa.

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