ECOSISTEMAS DE BOLSILLO Y SU ROL VITAL EN LA CIUDAD

Es un hecho que la existencia de áreas verdes en las urbes está asociada al bienestar de sus ciudadanos, así se trate de espacios pequeños. La micro-forestación urbana o ecosistemas naturales de bolsillo son una tendencia esencial para no perder contacto con la naturaleza mientras habitamos la ciudad.

El crecimiento acelerado de las ciudades va acorralando a los ecosistemas naturales que aún quedan dentro de los límites urbanos, transformándolos en pequeños parches completamente aislados. La importancia de estos pequeños ecosistemas naturales de bolsillo reside en la biodiversidad nativa que guardan y el bienestar que brindan a nuestra vida citadina. Los que alguna vez fueron pequeños pueblos o ciudades de no más de 10.000 habitantes, se han transformado en grandes ciudades y conurbaciones que, poco a poco, han atrapado (y aislado) a los ecosistemas de su matriz natural. Así, pequeños fragmentos de hábitats naturales han quedado encerrados en nuestras ciudades con su biodiversidad nativa, en algunos casos, aún poco alterada. Estos ecosistemas, pequeños en área, pero que guardan servicios y naturaleza diversos, son ahora la excepción en medio de la creciente urbe, y su valor trasciende lo estético o paisajístico.

Edward O. Wilson, eminente ecólogo norteamericano, acuñó en 1984 el concepto de “biofilia” para describir el amor o afinidad, casi innatos, de los seres humanos por la naturaleza. Inclusive cuando interactuamos con pequeños trozos de naturaleza, los seres humanos seríamos más felices, calmos, y creativos, como lo demuestran, por ejemplo, los estudios de Selhub & Logan del 2012, “Your brain on nature: The science of nature’s influence on your health, happines and vitality”. Así, necesitaríamos al menos una pequeña porción de hábitats naturales en nuestras ciudades para lograr el bienestar personal y social. Trozos de matorral, bosques, dunas e inclusive lagos, han ido quedado rodeados por infraestructura urbana, y así estos pequeños remanentes naturales coexisten con condominios, edificios, plazas y parques. Estos ecosistemas naturales urbanos, tan pequeños, pero notables por su diversidad, son una oportunidad para reducir los efectos del cambio climático en nuestras ciudades. Asimismo, autores como Tim Beatley (“Biophilic cities elements of the vision and emerging practicing”), sugieren que la presencia, y construcción, de estos “hábitats naturales de bolsillo” podrían promover la colaboración social mediante lo que se denomina la construcción de “capital social”.

Una porción de nuestras ciudades es considerada “sitio eriazo” o abandonado, e inclusive allí la naturaleza se establece, diversifica y prolifera. En los años ‘70, Akira Miyawaki, ecólogo japonés, comenzó un plan de micro forestación de áreas urbanas con árboles nativos, motivado por el rescate de la naturaleza en medio del concreto de las grandes ciudades. Áreas tan pequeñas como 16m2 han sido plantadas en distintas ciudades de Europa y la India, y en distintos estratos sociales, creando pequeños “bosques urbanos de bolsillo”. En un plan similar, y a gran escala, la ciudad de Wageningen, en Países Bajos, comenzó en 2017 un plan de micro-forestación de sitios abandonados y lotes de estacionamiento, estimulando así la biodiversidad en la ciudad; 636 especies de animales y 298 especies de plantas nativas han sido registrados en estos micro-bosques desde el inicio de la actividad.

Estos “bolsillos naturales” que conservan y promueven flora y fauna nativa en nuestras ciudades, pueden ser un ingrediente importante en su planificación futura. Esto a su vez puede fortalecer los encuentros sociales en torno a estos pedacitos de naturaleza urbana. Deberíamos incorporar pequeños ecosistemas al interior de nuestras ciudades, tal que logremos reconciliarnos con nuestra naturaleza y aumentar así el bienestar humano en las urbes.

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