SALUD MENTAL Y REDES (ANTI) SOCIALES

Advertencia: el uso de redes sociales puede dañar su salud mental. Imaginemos que cada vez que revisamos nuestras redes sociales apareciera este aviso. Exageración? alarmismo? activismo análogo? Veamos

Recientemente, varias publicaciones han revisado la investigación disponible sobre efectos negativos relativos al uso y/o abuso de redes sociales. El panorama no parece auspicioso, aunque el tema es aún objeto de controversia. Pese a lo cotidiano y omnipresente, se trata de un fenómeno cuya masividad es reciente: Facebook acaba de cumplir 18 años y TikTok nació en 2016. Además, es difícil aislar el uso de RRSS de otros factores ligados al estilo de vida y sociedad actual. Sin embargo, existe considerable evidencia de correlación entre su consumo y una mayor prevalencia de trastornos como depresión, ansiedad, alteraciones del sueño, ideación suicida, problemas de autoimagen, baja autoestima, agresividad o aislamiento. Esto ha llevado a proponer nuevos conceptos como tecnopatías, neodolencias o ciberadicción. Pero el estado de la investigación dista de ser concluyente y tampoco permite responder una clásica pregunta de la psiquiatría respecto a la etiología de patologías mentales: ¿actúan las RRSS como un elicitador o gatillante de trastornos? ¿constituyen causas en sí mismas? Probablemente ambas. Tratando de resolver estas interrogantes, se suele asociar la mayor prevalencia de los trastornos mencionados a ciertas dinámicas asociadas al uso de redes y apps, las que por lo demás son relativamente fácil de observar. Así, hoy existe consenso sobre el riesgo de adicción a éstas, fundado en las descargas de dopamina que provocarían y su consiguiente dependencia. Por otra parte, varios trabajos destacan la relación entre uso de RRSS y trastornos del sueño (insomnio), sedentarismo y dolencias musculares. El llamado FOMO (fear of missing out), describe un cuadro ansioso entre quienes sufren por la posibilidad (¿o fantasía?) de perderse algo importante en sus redes. En términos quizás más estructurantes, la cuantificación de la comparación social -que ya no depende de subjetividades, sino de cantidades inapelables de likes, con consecuencias sobre la identidad y su construcción- podría incidir en alteraciones de la autoimagen, cuadros depresivos o problemas de autoestima, sobre todo en niñez y adolescencia. La suerte de zapping social y fragmentación espacial que ofrecen las RRSS (estoy en varias partes, con mucha gente y por poco tiempo), podría incidir en dificultades de concentración y baja motivación. En relación a esto, Michel Desmurget acuñó el poco eufemístico término de “cretinos digitales”, para describir el efecto que tendrían las pantallas en el retroceso de las capacidades cognitivas de sus usuarios, respecto a la generación anterior. Desde un punto de vista más colectivo, cabe preguntarse cuán pro-sociales son las RRSS. Si la salud mental de una sociedad depende de la calidad de sus conversaciones -como observaba Charles Taylor-, cualquiera que haya seguido una polémica en alguna red social convendrá que la escena resulta más bien sombría. Sin hablar de las oportunidades que éstas abren para el oportunismo político, desde Cambridge Analytica hasta las fake news de cada día y campaña. O de las legítimas dudas que despierta la sustitución del debido proceso, por vía de funas y cancelaciones. La polarización -que se relaciona más con identificarse afectivamente a un grupo, que con la adhesión racional a un determinado discurso- sería estimulada por efectos de cámaras de eco o filtros, lo que de manera contraintuitiva redunda en que una mayor diversidad de contactos se traduzca en posiciones más cerradas. Todo lo anterior, sin mencionar fenómenos como el ciberbullying, el phubbing (ninguneo) o el grooming (acoso sexual por internet).

No todo es negro

En contrapartida, existe también evidencia sobre beneficios de las RRSS para la salud mental. Por ejemplo, en la posibilidad de anticipar diagnósticos de trastornos mentales
(mediante Inteligencia Artificial), con resultados promisorios en la prevención del suicidio. También las redes pueden ayudar a reconocer síntomas, promover y educar sobre salud
mental o implementar espacios virtuales de ayuda y atención psicológica. A esto se suma la articulación de movimientos sociales, creación de redes de apoyo, estímulos al emprendimiento, reivindicación de causas, denuncia de injusticias e infinitas posibilidades de autoexpresión, entre muchas aplicaciones positivas para nuestro bienestar psicosocial. En pandemia constatamos los beneficios afectivos de las RRSS, celebrando “zoompleaños” y expresando una emocionalidad a distancia de manera gratificante, satisfaciendo nuestras necesidades de apoyo, compañía y pertenencia. Como sea, un elemento común en publicaciones dedicadas a la relación entre salud mental y redes sociales apunta a la necesidad de informar y educar mejor sobre los efectos negativos de éstas, sin que quede muy claro quién debe hacerlo, de qué manera y, sobre todo, qué tan eficiente haya demostrado ser. Advertir sobre estos riesgos sería para muchos la principal manera de contrarrestar
los efectos negativos descritos, a la vez que una deuda algo culposa por no haberlo hecho antes. Pero: ¿será suficiente una advertencia como la que encabeza este artículo? Dudoso.
Probablemente se requieran medidas más estructurales, como la regulación de los proveedores de estos servicios, la incorporación de las redes con mayor centralidad en nuestros
currículos escolares, una actualización de la legislación o mayor presupuesto para investigación. En paralelo, es momento de cuestionar nuestra propia dependencia. Tanto en lo doméstico: ¿Somos capaces de restringir su consumo en niños y adolescentes?, como en lo público: ¿Debemos darle tanta importancia a lo que sucede en ahí?; ¿es apropiado que los
medios de comunicación o la clase política armen su agenda en función de trending topics y social listening? En último término, parafraseando esa sentencia atribuida al crítico literario
y filósofo Fredric Jameson, debemos asumir que hoy pareciera más fácil imaginar el fin del capitalismo que el de las redes sociales. Entonces: ¿qué hacer? Por lo pronto, no olvide dar su like a este artículo…

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