ENANAS ROJAS:

¿PLANETAS SIN TIEMPO?

De los miles de planetas descubiertos hasta ahora, uno de los grupos más interesantes son los que orbitan alrededor de enanas rojas, estrellas que tienen hasta un 60% de la masa del Sol y una luminosidad que apenas llega al 7% de la de nuestra estrella. Es difícil imaginarnos cómo sería la vida en uno de estos planetas, donde el tiempo parece haberse detenido.

De los miles de planetas descubiertos hasta ahora, uno de los grupos más interesantes son los que orbitan alrededor de enanas rojas, estrellas que tienen hasta un 60% de la masa del Sol, y una luminosidad que apenas llega al 7% de la de nuestra estrella.

El ejemplo más famoso de enanas rojas es Próxima Centauri. Se trata de la estrella más cercana al Sol que conocemos. En general, los planetas son más fáciles de descubrir mientras más cerca estén de su estrella, ya sea porque la gravedad del planeta hace que ésta se mueva más rápido, o bien porque es más probable que el planeta pase por delante de la estrella, bloqueando parte de su luz. Conocemos muchos planetas que están incluso más cerca de su estrella que Mercurio del Sol. Esta tendencia, junto con la poca energía que emiten las enanas rojas, resulta en algo muy interesante: los planetas que descubrimos en torno a ellas debieran tener una temperatura moderada, muy distinto al caso de Mercurio, el planeta más cercano al Sol, cuya temperatura supera los 400ºC.

A pesar de que la luminosidad de estas estrellas no afecta de sobremanera a sus planetas, la cercanía entre ambos cuerpos sí tiene otros efectos importantes. La fuerza de mareas producida por la estrella sobre el planeta es tan grande que éste se deforma ligeramente y queda en un estado de rotación capturada, siempre mostrándole una misma cara a la estrella. Este proceso nos es muy familiar, ya que nuestra luna lo sufrió por la gravedad de la Tierra, y de hecho varios otros satélites en el Sistema Solar están en la misma situación. ¿Qué implica esto para un astronauta en la Luna? Para su perspectiva, la Tierra siempre estará en el mismo lugar del cielo, ya sea de día o de noche, sin nunca cambiar de posición. Aún más extraño, un astronauta en el lado lejano de la Luna (el que no vemos desde aquí) nunca tendrá la Tierra a la vista.

Pensemos ahora en un astronauta en un planeta con rotación capturada. Vería a la estrella, su sol, en una posición fija en el cielo, sin nunca moverse hacia el horizonte. Sería un día eterno. Otro astronauta, en sus antípodas, no vería nunca salir el sol, estaría en una noche eterna. Por último, uno inspirado por “El Principito” podría buscar la línea desde la cual el sol siempre está a punto de esconderse, en un atardecer interminable

Un paisaje que muestra la línea que está en el crepúsculo, de un lado congelado, del otro templado.

El tener siempre el mismo hemisferio recibiendo energía estelar, se traduciría en un planeta con climas extremos. El hemisferio oscuro podría ser un enorme campo de hielo, derritiéndose en la línea crepuscular, creando ríos y mares que podrían fluir por el hemisferio iluminado, donde el agua se evaporaría para volver a precipitar en la oscuridad. Con el planeta más cerca de la estrella, el hemisferio iluminado podría llegar a ser infernalmente caluroso y seco, mientras que el hemisferio oscuro serviría de refugio.

La gran fuerza de mareas tiene otro efecto importante en estos planetas. No sólo los mantiene en rotación capturada, sino también los hace perder la inclinación de su eje de rotación. Recordemos que esta inclinación causa las estaciones del año en la Tierra; al hacer que el Sol llegue más alto o no sobre el horizonte esto permite que distintos puntos del planeta reciban más o menos energía durante el año. En un planeta cercano a una enana roja no se daría este efecto; los años pasarían desapercibidos, sin ningún efecto estacional.

¿Podría haberse desarrollado la vida en uno de estos planetas? La respuesta por ahora es especulativa, aunque se trata de un tema muy debatido en la astrobiología, considerando desde el efecto de las potentes llamaradas estelares de las enanas, hasta la posibilidad de fotosíntesis con la luz roja que habría disponible. Es difícil imaginarnos cómo sería la vida en uno de estos planetas, donde el tiempo parece haberse detenido, ya que los ciclos diurnos y anuales definen nuestra cultura: cuándo trabajamos, tomamos vacaciones o celebramos festividades. Todo está determinado por cómo vemos moverse al Sol en el cielo. La influencia de estos ciclos es por supuesto mucho más profunda y antigua que la propia humanidad. Los ciclos determinan las horas de sueño, y las temporadas de hibernación, reproducción o migración en muchos animales, así como la fotosíntesis, germinación y floración en muchas plantas.

Tal vez haya especies inteligentes en estos planetas que nunca duermen profundamente, sino sólo descansan sus cerebros parcialmente, como los cetáceos. Quizás ellos no tengan un concepto periódico del paso del tiempo, y se guíen por sucesos que ocurren en forma más estocástica, como la aparición de manchas en las estrellas (que al estar más cerca se podrían notar a simple vista), o el paso de tormentas. O si viven en el hemisferio oscuro, podrían basarse en el movimiento del cielo estrellado. Considerando que muchas de estas estrellas tienen varios planetas cada una, y éstos son cercanos entre sí, sus órbitas podrían ser la base de un complejo calendario después de todo.

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