LAS AVES URBANAS CANTAN, PERO NO PARA TODO

Aunque la respuesta de las aves a la cantidad de zonas arboladas y áreas verdes que existe en la ciudad pareciera ser algo lógico, esto esconde un tema de inequidad urbana fundamental. La vegetación en Santiago se distribuye de manera desproporcionada en aquellas comunas y sectores de mayores recursos, por tanto, no es extraño que las aves sigan el mismo patrón. De hecho, estudios sobre la distribución de aves en Santiago así lo evidencian. Esto quiere decir que mientras algunos pudimos disfrutar el canto de las aves durante la pandemia, quienes vivían en sectores con escasa o nula vegetación tuvieron que conformarse con el constante ruido de fondo urbano.

La Organización Mundial de la Salud, el pasado 5 de mayo, declaró terminado el estado de emergencia sanitaria decretado por la pandemia de Coronavirus, lo que de alguna manera nos permitió retomar la normalidad que teníamos antes de la irrupción global del virus SARS-CoV-2, fenómeno que tuvo en vilo a la humanidad por más de dos años. Durante ese tiempo diversos gobiernos del mundo decretaron extensas cuarentenas que paralizaron ciudades enteras, lo cual trajo una serie de efectos sobre la salud mental de sus habitantes, pero -como efecto colateral- una disminución de la vorágine citadina que dio espacio para que la fauna volviera a reclamar los espacios urbanos. Un caso ejemplar es el del puma que se vio deambulando por calles de Santiago durante la cuarentena.

Si bien el caso del puma puede ser más llamativo, la disminución del ruido también permitió escuchar un agradable sonido que muchas veces puede pasar desapercibido por el constante bullicio. Me refiero al canto de las aves urbanas. Como dato, sólo en la ciudad de Santiago se estima que existen más de 65 especies de aves, parte importante de ellas con cantos característicos que son fácilmente audibles e identificables, como el chercán, el chincol, el fío-fío, la diuca y la tenca.

No es extraño entonces que los habitantes de las ciudades hayan podido percibir con mayor claridad el canto de las aves urbanas, y que con ello sus niveles de estrés y de ansiedad producidos por la pandemia hayan disminuido. Existe bastante evidencia acumulada sobre una relación positiva entre el contacto con la naturaleza y la salud mental; así el canto de las aves pudo ser uno de los factores claves para mantener el contacto con la naturaleza durante los meses de cuarentena.

Sin embargo, escuchar aves en una ciudad como Santiago no es algo que podamos dar por sentado. Los ecosistemas urbanos suelen ser muy variados en su composición, presentando una intrincada mezcla de superficies con diferentes combinaciones de espacios naturales -como áreas verdes y zonas arboladas- y artificiales -como edificios y zonas pavimentadas-. Las aves buscan aquellos lugares de la ciudad que les son más beneficiosos para sus necesidades, por lo que su distribución puede ser muy disímil según el grado de naturalidad que posean las distintas partes de la ciudad. Varios estudios realizados este año en Santiago (Foncea et al) muestran que existe mayor riqueza y abundancia de aves en aquellos lugares que poseen mayor proporción de vegetación, y que son principalmente las aves nativas las que predominan: el picaflor chico, el zorzal o el cachudito. Por el contrario, en zonas donde prevalece el cemento existe presencia casi exclusivamente de aves exóticas, como el gorrión y la paloma.

Aunque la respuesta de las aves a la cantidad de zonas arboladas y áreas verdes que existe en la ciudad pareciera ser algo lógico, esto esconde un tema de inequidad urbana fundamental. La vegetación en Santiago se distribuye de manera desproporcionada en aquellas comunas y sectores de mayores recursos, por tanto, no es extraño que las aves sigan el mismo patrón. De hecho, estudios sobre la distribución de aves en Santiago así lo evidencian. Esto quiere decir que mientras algunos pudimos disfrutar el canto de las aves durante la pandemia, quienes vivían en sectores con escasa o nula vegetación tuvieron que conformarse con el constante ruido de fondo urbano.

Las aves conforman uno de los grupos de vertebrados más conspicuos de los ambientes urbanos y muchas especies nativas logran adaptarse a los diversos recursos proveídos por las ciudades. Esto las transforma en organismos icónicos para fomentar la educación, aprecio y respeto por la naturaleza, lo cual genera una relación virtuosa que puede poner en relevancia el aporte del contacto con la naturaleza para nuestra calidad de vida.

Lamentablemente, Santiago no se ha pensado tomando en cuenta esta oportunidad, ya que son escasos los proyectos urbanos que han intentado fomentar la presencia de aves. El punto es dotar a las ciudades de espacios de vegetación diversos, suficientes y distribuidos de manera equitativa, no sólo para que todas las personas posean espacios de recreación y esparcimiento cercanos a sus casas, sino también para que el privilegio de escuchar el canto de las aves no esté reservado para algunos pocos.

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