ZOOARQUEOLOGÍA, UNA LARGA HISTORIA COMPARTIDA

A través de la arqueología podemos descifrar lugares de encuentro entre animales y seres humanos y describir su contribución en la construcción de zoociedades y culturas, desafiando la antropocéntrica visión de la historia.

Junto con la primera evidencia humana en el planeta, se origina también la experiencia de interacción y conocimiento del ambiente, animales y plantas. Este proceso moldea la relación humano-animal, la cual varía culturalmente a lo largo del tiempo y en distintos contextos geográficos. La Arqueología estudia las culturas pasadas para reconstruir la historia de la humanidad a escalas de cientos y miles de años.

Esto a través de restos materiales como herramientas, estructuras arquitectónicas, manifestaciones artísticas, o residuos alimenticios, entre otros. Los restos de animales presentes en sitios arqueológicos, como cueros, plumas, huesos o conchas, son parte esencial del patrimonio arqueológico y cultural de la humanidad, ya que permiten reconstruir aspectos sobre la dieta de animales humanos y no humanos, cosmovisión, economía, así como también sobre características ambientales del pasado. No sólo su materialidad pone de manifiesto la importancia de los animales en el desarrollo de las culturas, su representación en el arte rupestre o alfarería da luces sobre su rol social y político. Animales provenientes de múltiples ecosistemas como el mar, la costa, bosques y desiertos están presentes en sitios arqueológicos de distinta naturaleza. Éstos se hallan en espacios domésticos como desecho alimenticio, en tumbas como compañeros en el lecho de muerte, en campamentos como materia prima para la producción de herramientas e incluso en grandes paredones de piedra indicando rutas de tránsito. A través de la arqueología podemos descifrar lugares de encuentro entre animales y seres humanos y describir su contribución en la construcción de zoociedades y culturas, desafiando la antropocéntrica visión de la historia.

Dentro de este contexto, la Zooarqueología surge como subdisciplina para estudiar la abundancia y diversidad del registro faunístico en sitios arqueológicos y reconstruir las relaciones entre seres humanos, animales y su ambiente. La observación minuciosa de la presencia animal en yacimientos arqueológicos -observación directa a través de sus partes anatómicas o indirecta a través de sus representaciones- abre una puerta a la reflexión sobre la existencia humana como una historia compartida con otros animales y en consecuencia sobre la interdependencia que nos une con el resto de los seres vivos.

Por ejemplo, durante el poblamiento inicial de territorios con grandes carnívoros, la relación humano-animal fue más bien horizontal, ya que ambos competían por el uso del espacio, como cuevas o abrigos rocosos, y por la obtención de recursos, como el acceso a fuentes de agua y otros animales.

Los restos de animales presentes en sitios arqueológicos, como cueros, plumas, huesos o conchas, son parte esencial del patrimonio arqueológico y cultural de la humanidad, ya que permiten reconstruir aspectos sobre la dieta de animales humanos y no humanos, cosmovisión, economía, así como también sobre características ambientales del pasado.

En estas múltiples formas de relación identificadas en los registros arqueológicos, destaca la concepción de los animales como alimento, como materia prima y como símbolo. En cuanto a la interacción como fuente de alimento, las sociedades del pasado pueden ser descritas a partir de sus prácticas de subsistencia, diferenciando entre el uso de animales silvestres y su obtención a través de la caza, pesca, o de animales domesticados a través de la construcción de profundos vínculos de interdependencia. En la interacción con animales como fuentes de materia prima, las prácticas de selección, obtención y procesamiento están asociadas al desarrollo tecnológico de los grupos humanos, los cuales son moldeados por las características de los animales que participan de la cadena de producción de artefactos. Por último, perspectivas no funcionalistas subrayan la evidencia de relaciones no utilitarias entre humanos y animales. Perros, lobos marinos, camélidos y otros animales acompañan contextos funerarios de distintas épocas como símbolos de una relación que traspasaba la vida, y señalándolos como actores en la creación de significado y comprensión de la existencia. Vasijas cerámicas con formas de felinos, camélidos, o con elementos distintivos de anfibios por ejemplo, han sido interpretadas como vinculadas al uso de sustancias psicoactivas, y en el arte rupestre, las figuras zoomorfas constituyen uno de los motivos principales, expresando estructuras simbólicas que vinculaban a los humanos con el mundo animal.

Estas menciones a la evidencia zooarqueológica nos revelan los múltiples roles que los animales han jugado a lo largo de la historia y prehistoria humana, en el desarrollo y transformación de zoociedades. Desde la vasta ventana temporal que la arqueología nos ofrece, en un presente donde la humanidad se enfrenta a profundos cuestionamientos sobre su relación con el ambiente y los seres no humanos, es importante reflexionar sobre el papel que los animales juegan en nuestra vida cotidiana y en la cultura que construimos. ¿Cómo es la zoociedad actual? ¿Qué lugar ocupan los animales en el corazón de las personas y en la definición cultural del presente? Son preguntas complejas, pero necesarias de abordar en búsqueda del bienestar humano, animal y vegetal bajo contextos de cambio climático, crisis social y pérdida de biodiversidad.

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