The Sphere: UNA POSTAL DESDE EL FUTURO
En este inmenso parque de diversiones que es el célebre strip de Las Vegas, The Sphere es la más reciente atracción. Inaugurada en septiembre del 2023, se trata de un centro de espectáculos de forma esférica de 112 metros de alto por 157 de ancho que, en su exterior, está recubierta por 54.000 metros cuadrados de luces LED. Como si se tratara de un nuevo Proteo, esta superficie le permite jugar a ser todo tipo de objetos esféricos: un ojo, un planeta, el casco de un astronauta, una pelota de básquetbol, emoticones y más.
Neon Metropolis, un brillante libro del año 2002 escrito por el historiador e intelectual estadounidense Hal Rothman, tiene por subtítulo una sugerente tesis interpretativa: Cómo Las Vegas inauguró el siglo XXI. En opinión de Rothman, Las Vegas es una ciudad como ninguna otra cuando se le mira en el contexto de las ciudades norteamericanas. Su historia sería nada menos que la de un lugar que pasó de ser una ciudad-paria, asociada a las apuestas, las mafias y el comercio sexual, a convertirse a comienzos de los años ‘90 en un paradigma para las metrópolis del siglo por venir, en una encarnación del futuro del espacio urbano.
Pero ese giro, nos recuerda el historiador, requirió una profunda transformación de la moral de la clase media norteamericana, que durante la década de los ‘80 finalmente abandonó el set de valores victorianos para adoptar en su lugar una concepción más liberal y hedonista de la vida y el placer. Sólo así, con este cambio cultural, Las Vegas pudo entrar en el mainstream norteamericano. Pero hay más: como ciudad organizada medularmente en torno al consumo de entretención y espectáculo, Las Vegas vino también a ocupar una nueva posición en términos de modelo de desarrollo urbano. Según Rothman, estaríamos aquí ante la primera metrópolis en representar plenamente la era del capitalismo postindustrial, donde el eje de la economía y de la sociedad se desplaza desde la producción de bienes hacia la oferta de servicios. Como cualquiera sabe, a Las Vegas se va fundamentalmente a consumir placer, entretención.
O, más precisamente, experiencias, que es la palabra que da la clave precisa sobre lo que esta ciudad promete a quienes la visitan. En esto, Las Vegas se ubica en el corazón de las sociedades contemporáneas: “Deseamos tener experiencias como un medio de afirmación de nosotros mismos -escribe Rothman-; los paquetes de experiencia que compramos en todas sus formas nos separan del resto y respaldan la idea de que somos únicos. En una época en la que los bienes no son una fuente suficiente de distinción, usamos la experiencia para probar que somos especiales”. Este anudamiento entre mercado, experiencia e individualidad es precisamente lo que Las Vegas tendría de paradigmático para las urbes del siglo XXI. Como un espejismo en medio del árido desierto de Mojave, ella nos seduce con su llamado de aventura en una tierra donde todo parece ser posible.
En este inmenso parque de diversiones que es el célebre strip de Las Vegas, The Sphere es la más reciente atracción. Inaugurada en septiembre del 2023, se trata de un centro de espectáculos de forma esférica de 112 metros de alto por 157 de ancho que, en su exterior, está recubierta por 54.000 metros cuadrados de luces LED. Como si se tratara de un nuevo Proteo, esta superficie le permite jugar a ser todo tipo de objetos esféricos: un ojo, un planeta, el casco de un astronauta, una pelota de básquetbol, emoticones, etcétera. El efecto, sobra decirlo, es deslumbrante; el edificio parece estar vivo. A su vez, el interior de la esfera se compone de un atrio y de un gigantesco anfiteatro con una capacidad para 18.600 personas, donde el efecto envolvente de la pantalla LED que recubre este lado de la esfera permite convertir conciertos (el grupo U2 fue el encargado de inaugurar el lugar) o una obra cinematográfica como Postcards from Earth, de Darren Aronofsky (una producción creada especialmente para The Sphere), en un espectáculo audiovisual sin precedentes.
Pero el espectáculo, al menos en el caso de la cinta de Aronofsky, no sólo se dirige a los ojos y a los oídos; todos los sentidos son aquí convocados a través del trabajo conjunto de asientos hápticos, efectos de olor, viento o niebla. Lo que el espectáculo pretende no es otra cosa que ofrecernos una suerte de inmersión multisensorial, una experiencia total. Todos los medios tecnológicos de punta son empleados por The Sphere para arrancarnos de la realidad e introducirnos en esta experiencia estética aumentada. “En su mejor versión, el cine es un medio inmersivo que trasporta a la audiencia fuera de su vida cotidiana”, dice Aronofsky en una frase que el sitio web de The Sphere destaca. Precisamente para cumplir esta promesa de inmersión radical es que The Sphere necesitaba tener la forma de una esfera, una figura cerrada sobre sí capaz de presentarse ante el espectador como una realidad autosuficiente, un mundo propio. Esta separación, por otro lado, le imprime a todo el asunto cierto aire religioso, como si los espectadores fueran en realidad peregrinos buscando acceder a este santuario de la tecnología. En este mundo, la tecnología asume una dimensión abiertamente salvífica, ofreciéndonos a todos nosotros la posibilidad de “amplificar nuestro potencial humano”, como dice su sitio web. El verdadero espectáculo está dado entonces por la exhibición misma de la técnica, que en buena medida exige del espectador ese sentimiento de asombro que antiguamente reservábamos para los acontecimientos sobrenaturales. En esta postal del futuro donde la técnica se encuentra con el mito para producir el ingente poder del espectáculo, es poco lo que queda para el individuo. Quizás sólo la deslumbrante experiencia de ser anonadado.