RICHARD SERRA, LO ESCULTÓRICO Y LA MATERIA DEL TIEMPO
En marzo pasado murió el destacado escultor estadounidense, uno de los artistas más reconocidos de la segunda mitad del siglo XX. Asociado al minimalismo, el postminimalismo y el arte procesual, su obra gravitó en torno y a través de esos movimientos, haciendo suyas preguntas que interrogaban acerca de la naturaleza del arte y el rol de la obra en las sociedades contemporáneas, sobre todo en un contexto en el que sus límites -y su pertenencia al museo- estaban siendo constantemente interrogados.
Monumentales, inmersivas y apabullantes, las esculturas de Richard Serra (1938 -2024) son ejercicios complejos sobre la naturaleza de lo escultórico. La materialidad, la escala, el peso, el volumen y el espacio no son aspectos menores en su obra, sino todo lo contrario: son los elementos que definen la composición e instalación de las piezas. Serra apuesta por una literalidad tan prístina que, al darle cuerpo a ciertos conceptos claves de lo escultórico, se vuelven complejas.
Una de sus obras de la década de los ‘80, Arco inclinado, es representativa del alcance artístico, y también mediático, de su producción. Esta fue una instalación de arte público, un site-specific, comisionada por un programa estatal dedicado a adquirir obras para revitalizar el espacio urbano. La instalación fue proyectada para ser ubicada en una plaza frente a un edificio federal en Manhattan. Era una gran muralla curvada de acero oxidado de 36,5 metros de ancho por 3,5 metros de alto. La escultura era una línea que dividía una plaza, que marcaba un lugar, que transformaba el espacio y el modo en que los transeúntes se relacionaban con la zona. La obra enfrentó el rechazo del público -especialmente de los trabajadores que tenían que acceder a sus espacios de trabajo rodeando la obra de Serra- y, a partir de las complejidades asociadas a su recepción, se desarrolló una larga y acalorada discusión sobre la naturaleza del arte público, el rol de la escultura contemporánea y el abismo existente entre el lenguaje del arte y la experiencia del mismo por parte del público general. La discusión estaba arraigada en la naturaleza de la escultura: ¿qué es una escultura? ¿cuál es su relación con el espacio en el cual se inserta? ¿debe o puede una obra alterar la trama urbana y, en particular, los espacios de circulación de los y las ciudadanos/as? ¿puede la materialidad de la obra incidir en la relación del público con el espacio urbano? Estas y otras preguntas movilizaron la discusión y, después de una votación, la obra fue retirada de la plaza en 1989. El destino de Arco inclinado no fue el esperado por Serra; sin embargo, la obra y su polémica la convirtieron en una pieza significativa para pensar el lugar del arte contemporáneo y su vínculo con lo social y el espacio público.
Arco inclinado (Tilted Arc) es una instalación de arte público de Richard Serra, exhibida en Foley Federal Plaza en Manhattan de 1981 a 1989.
Si bien Arco inclinado es una obra paradigmática, una de las piezas más renombradas de Serra es una obra más bien tardía que, al mismo tiempo, es una de sus instalaciones más conocidas y celebradas: La materia del tiempo, una instalación permanente, producida entre 1994 y 2005 para el Museo Guggenheim de Bilbao. En ella, una serie de planchas de grandes dimensiones de acero patinable (oxidado o en proceso de oxidación) se toman una sala de grandes proporciones del edificio proyectado por Frank Gehry. Hay curvas, elipses y espirales que van formando recorridos laberínticos y angostos que por momentos se ensanchan. Al recorrer la obra, los espectadores se pierden en ella: se sigue con la mirada la altura de las planchas de acero tomando consciencia de su escala monumental; se percibe el equilibrio precario con el que están sostenidas -firme, pero livianamente- las planchas de metal; se siente la aspereza del material que se aleja del acabado limpio y relamido de las obras más características del minimalismo, y el olor pregnante del metal nos obliga a mantenernos presentes. La obra es pesada y delicada al mismo tiempo; es enorme y voluminosa, pero a pesar de que parece desbordar el espacio, es contenida por el museo; y tanto el material gastado como las formas sinuosas de este conjunto escultórico, nos recuerdan los distintos tiempos a los que alude la obra: los ciclos estacionales y anuales, pero también aquellos que exceden a la experiencia humana. A través del título de la obra, La materia del tiempo, se nos invita a pensar, a propósito de la muerte del artista, en la permanencia del arte, una permanencia que es, en todo caso, siempre frágil, que se cuela en el espacio, en el tiempo y en los relatos. La obra de Serra, con su pesadez y liviandad, con su rugosidad y su suavidad, con su delicadeza y brutalidad, y con su énfasis en la materialidad, nos obliga a pensar en nuestra propia presencia, en nuestros cuerpos y en cómo nos movemos alrededor de su obra y, en general, cómo nos relacionamos con el arte.