LO KAFKIANO EN EL LENGUAJE, UN CALLEJÓN SIN SALIDA
¿Qué diría Franz Kafka hoy, 100 años después de su muerte, si supiera que no sólo se ha convertido en uno de los autores más influyentes en la historia de la literatura moderna, sino también que su apellido se usa como un descriptivo de lo complejo, lo absurdo y lo oscuro en distintas aristas de la vida, incluyendo el mismo lenguaje?
Christina Haska
Núcleo de Lingüistica

En el mundo literario, cuando una obra llega a tener un impacto mayor, no es extraño que nazcan nuevos conceptos para hacer alusión al autor o a su personaje principal: nerudiano, quijotesco, orwelliano, kafkiano, son algunos ejemplos. Respecto al concepto kafkiano, más allá de la referencia directa al escritor checo Franz Kafka y su visión compleja y abstracta, tal como se menciona en una epígrafe casi al final de su exposición en su museo en Praga (kafkaesque en inglés o kafkovský en checo), este adjetivo tiende a tener un uso metonímico, utilizado para describir, según el diccionario de la Real Academia Española, “una situación absurda, angustiante” o como lo define el pequeño Larousse ilustrado, para aludir a “una situación inquietante por su absurdidad o carencia de lógica, que recuerda a la atmósfera de las novelas de Kafka”.
Quizás la novela que mejor represente dicho concepto es El proceso: su protagonista Joseph K. está arrestado sin saber el motivo de su detención y sin llegar a conocer nunca, a pesar de sus angustiantes y frustrantes esfuerzos, la razón de su acusación. Esta obra, que da énfasis en el sistema judicial y se interpreta como una crítica a los procedimientos burocráticos deficientes y opresivos, hace reflexionar sobre cómo lo kafkiano permea nuestro lenguaje e incide en la comunicación, sobre todo en aquella relacionada con procesos legislativos y administrativos. Es decir que lo absurdo o lo inquietante no se produce sola- mente por la situación misma, sino también por el modo en que se comunica: el lenguaje resulta complejo, incluso ambiguo y, por ende, difícil de entender.
En la actualidad, este reflejo de lo kafkiano en el lenguaje es evidente en distintos ámbitos: en la salud, los diagnósticos médicos muchas veces no llegan a ser comprendidos por los pacientes; en la legislación, la formulación de leyes se hace accesible sólo a quienes las dictan o las representan; y las sentencias parecieran necesitar apoyo para ser desglosadas. Esta preocupación no pasa inadvertida, sobre todo en una época en la cual domina el sentido de la inclusión y la necesidad explícita de que un ciudadano esté cada vez más informado y socialmente involucrado. De hecho, en los últimos años nace el concepto del lenguaje claro, sencillo y cercano, cuyo propósito es lograr una comunicación precisa, eficiente y efectiva. Este objetivo se ha visto indispensable en el campo jurídico y se han propuesto y publicado guías que sugieren métodos y estrategias comunicativas pertinentes, desde la perspectiva del acceso a la justicia.
En este marco, en junio de 2022 en Santiago de Chile, mediante un acuerdo suscrito por el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la República de Chile y el director de la Real Academia Española, se impulsó la formación de la Red Panhispánica de Lenguaje Claro y Accesible y su primera convención se celebró en mayo 2024 en la sede institucional de la Real Academia Española en Madrid. Se trata de una iniciativa que incentiva la cooperación entre los poderes de Estado y la sociedad civil, invitando a instituciones y entidades públicas o privadas a sumarse en un trabajo colaborativo que pone en valor superior la lengua como parte fundamental de nuestro compromiso cívico.
Es menester señalar que apuntar en la creación de un lenguaje claro hace hincapié en el modelo de comunicación del lingüista ruso Roman Jakobson (1958), cuyo elemento principal, el mensaje y su función poética, se ve enfatizado por la función conativa/apelativa: se construye lo que se quiere transmitir, pensando primero en su comprensión por parte del receptor.
Ahora bien, si alguien dijera que simplificar el lenguaje contribuye en su degeneración, basta traer a colación uno de los aforismos del poeta griego y Nobel de Literatura (1963) Giorgos Seferis, “lo sencillo, es difícil”, aludiendo a que la tarea de simplificar no siempre resulta en algo trivial. Esto mismo hace recordar lo que planteaba el Abate Dinouart, en el año 1771, con su obra El arte de callar, apuntando a la necesidad de abordar el habla desde una medida justa y precisa.
Por consiguiente, en una época en la cual la comunicación se vuelve tácita y surgen nuevas herramientas de interacción, como aquellas de la inteligencia artificial, nos preguntamos, ¿qué diría Franz Kafka hoy, 100 años después de su muerte, si supiera que no solamente se ha convertido en uno de los autores más influyentes en la historia de la literatura moderna, sino también que su apellido se usa como un descriptivo de lo complejo, lo absurdo y lo oscuro en distintas aristas de la vida, incluyendo el mismo lenguaje? Probablemente, nos contestaría con uno de sus aforismos, como aquel que se define a sí mismo como “un callejón sin salida”. Si fuese así, sólo bastaría con darle las gracias, pues es a través de lo kafkiano que se ofrece el motivo para buscar caminos con distintas salidas. Una de ellas es, sin duda, la del propio lenguaje.