LA MÚSICA COMO ENTENDIMIENTO (Y ADELANTO) DE UNA ÉPOCA

Como ningún otro, Wagner entendió que el drama, la experimentación y la metodología constituían el vínculo con la historia y el anticipo a grandes producciones que podían emocionar y vincular al espectador de manera profunda en una búsqueda de una masividad que pocas veces tenía eco dentro de la vanguardia. La vanguardia musical del siglo XX, por ende, no es una continuación de los elementos pictóricos anteriores, sino que constituye una anticipación de lo que ocurriría posteriormente.

La música -y el arte en general- tiende a analizarse como una manifestación que da cuenta de su época, contexto o de una práctica determinada, siendo reflejo o consecuencia de éstos. De esta manera, Mozart sería una representación del pensamiento ilustrado, la práctica instrumental del Renacimiento sería vista como una manifestación de una opción preferencial por la música instrumental en detrimento de la música religiosa dando cuenta de la práctica y el centro del humanismo; la música romántica sería consecuencia de los distintos procesos históricos de la restauración europea; y las vanguardias serían resultado de los constantes enfrentamientos y la tensión de los conflictos mundiales durante el siglo XX. Pese a que estas pueden ser vistas como generalizaciones, uno con frecuencia tiende a encontrar este tipo de definiciones para entender las manifestaciones artísticas de épocas determinadas.

Sin embargo, existe la posibilidad de hacerse la pregunta opuesta: ¿Qué ocurre si la música en lugar de ser una representación de su época termina siendo una anticipación de ciertos procesos históricos? ¿Y si da el sentido de vanguardia respecto de lo que ocurrirá posteriormente? Por otro lado, ¿es posible que la música a través de su práctica y escritura sea una documentación clave de una época en particular y que a través de ella podamos comprenderla?

Con frecuencia las divisiones históricas y estilísticas en la historia de la música tienden a ser forzadas, ya que se toman ciertas fechas para manifestar el comienzo de una nueva época tomando hitos fundamentales que explican ciertas tendencias, pero que no significan realmente la desaparición de un género o el advenimiento espontáneo de uno nuevo. Pero uno de los elementos claves es que la música no coincide plenamente con ciertos desarrollos históricos de tendencias similares o nomenclaturas relacionadas. El impresionismo musical es notoriamente más tardío que el impresionismo histórico; el barroco en música es más tardío que el barroco en la pintura; el romanticismo musical también tiende a ser desarrollado en años posteriores a lo que podría haber sido la manifestación pictórica relacionada. En otras palabras, se tiende a mirar la música con un prisma a posteriori, pero no como anticipo o simultaneidad.

La posibilidad de una apreciación distinta da cuenta de la importancia radical que promueve la comunicación de generación a generación por su capacidad de descripción de contextos históricos. Si la música es una anticipación a procesos históricos a través de la estructuración de formas y temáticas determinadas, puede ser un modelo que permite entender futuros proyectos. Por ende, la música y el arte serán documentación histórica que permita entender una época en particular a través de sus distintas ramificaciones. También será pensamiento porque nos manifestará las diversas corrientes y opciones creativas que dieron cuenta de la capacidad artística desarrollada por los habitantes de un momento histórico. Por último, será también vanguardia a través de la relación que existe entre determinados objetos artísticos y su correspondiente uso décadas después.

¿Qué ejemplos podemos encontrar que permitan entender el periodo artístico o la música como anticipación histórica? Si comenzamos cronológicamente un ejemplo clave lo podemos encontrar en la Edad Media, un período extenso que en ocasiones tiende a ser simplificado. No obstante, las recientes investigaciones confirman la existencia de una época intensa a nivel político, religioso, social y bélico, con una explosión de desarrollo artístico y musical en distintas esferas. En el marco de la música, el surgimiento de la polifonía es el punto más alto en el marco de la Escuela de Notre Dame, convirtiéndose en un referente fundamental. También existe otra manifestación de música y poesía en lo que se conoce como la región de Occitania que podría dar cuenta de forma más profunda de las aspiraciones, problemáticas y conflictos de dicha era. Los trovadores del siglo XI y XII reflejan una riqueza artística a nivel de literatura sin precedentes que son punto fundamental en el desarrollo de las lenguas romances que incluso tienen influencia en el nuevo mundo. Una poesía que incluye relatos de amor, erotismo, política y sátira, que narran conflictos bélicos y políticos que permiten entender la influencia del catarismo en el sur de Francia, la influencia de la lengua occitana en Catalunya y la existencia de la cruzada albigense con sus ramificaciones.

Por otro lado, si observamos la música polifónica de finales del Renacimiento a nivel instrumental podemos apreciar un virtuosismo y un entendimiento del rol del instrumento que se anticipa el desarrollo de los solistas del Barroco a través de una exploración de parámetros técnicos con un posicionamiento de la voz soprano por sobre el resto de las voces. Al mismo tiempo nos encontramos con música capaz de diversificarse en distintas latitudes producto del uso de la imprenta, lo cual permitió su adaptación en distintas versiones otorgándole esa flexibilidad característica del período posterior, como es el caso de las obras de John Downland.

La música romántica es quizás, y sobre todo a través de Schubert, el período en el cual la Europa post Revolución francesa se vincula a la caída de la Ilustración y configura un nuevo entendimiento de la época. La forma en cómo puede verse el mundo y las correspondientes preocupaciones filosóficas de compositores, poetas y creadores, se funden en un género que juega con la estructura, difumina los límites, evita el silencio, alterna la atención y, en pos de la expresividad, permite anticipar la llegada de la vanguardia que aparecerá varias décadas posteriores. Sin embargo, este germen tiene que ver con la caída de los límites y una experimentación constante como forma de seguir la tradición. Y es aquí donde emergen figuras como Richard Wagner que a través de su música de ópera se anticipa décadas a una música cinematográfica que será un actor más dentro del desarrollo industrial del siglo XX pero que sin su presencia, sin su figuración ni su entendimiento de la obra como formato audiovisual, pocas veces podría haberse llevado a cabo. Como ningún otro, Wagner entendió que el drama, la experimentación y la metodología constituían el vínculo con la historia y el anticipo a grandes producciones que podían emocionar y vincular al espectador de manera profunda en una búsqueda de una masividad que pocas veces tenía eco dentro de la vanguardia. La van- guardia musical del siglo XX, por ende, no es una continuación de los elementos pictóricos anteriores, sino que constituye una anticipación de lo que ocurriría posteriormente.

Más allá de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX, nos encontramos con un impresionismo musical que tendió a vincularse con la poesía simbolista y el creacionismo dando cuenta de que la música en sí era un elemento expresivo más allá de la retórica. Fueron las vanguardias post II Guerra Mundial las que se anticiparon en todo el desarrollo tecnológico posterior. De esta manera la música electroacústica y la música concreta, abren un espacio para la discusión de las problemáticas que implican que una melodía sea creada a través de un computador y quizás, en el futuro, por uno de ellos. ¿Es esto un proceso de democratización válido o pone en riesgo la configuración misma del arte? Porque ante la firme convicción de la pertinencia de la creación artística, junto a la falta de curadores y de criterios que promueven las prácticas contemporáneas, es crucial señalar que las escuelas posteriores de experimentación buscaron durante el siglo XX vincular la práctica hacia una creación que eliminara las barreras de entrada. Y es en este punto, donde la música se anticipó a una masificación de un modelo de elección y apreciación más efímero y que no posee guías. Sin quererlo, la música fue la primera disciplina que redujo la caída de intermediarios empoderando al auditor en un rol activo que determina la sustentabilidad del artista. La música no es una resultante, sino que nos invita a poner atención constante a su forma de generación y concepción, pensando en qué nuevas lecturas nos depara el futuro.

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