La imaginación alada de Gabriela Mistral

La afición de Mistral por los animales también está presente desde temprano en sus prosas publicadas en la prensa. Entre 1926 y 1928, la poeta escribió una serie de textos que denominó estampas de animales. Inspirada en sus visitas a los jardines zoológicos de París, Amberes, Brujas y Marsella, en estos textos da rienda suelta a su vocación de contadora para ilustrar a sus lectores las particularidades asombrosas de los animales que iba viendo.

En una carta a Doris Dana fechada el 4 de octubre de 1952, la escritora chilena Gabriela Mistral declara abiertamente su preferencia por las plantas antes que por los animales; sin embargo, las “bestiecitas” o “hermanos mudos”-como ella misma los llamaba- también ocuparon un lugar importante en sus escritos sobre la naturaleza. Como discípula de Francisco de Asís, devoción que comienza en sus primeros años de periplo por México y Europa, estas criaturas no podían quedar al margen de su literatura. En este sentido, sus poemas y prosas de temática animal son una clara muestra de su interés y respeto por las especies no-humanas.

En un estudio pionero sobre la presencia de los animales en Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938) y Lagar (1954), Rodolfo Oroz identifica  la mención de 123 animales distintos y los clasifica en mamíferos, aves, peces y moluscos, reptiles y batracios, e insectos. De acuerdo con el filólogo chileno, la poeta “muestra no sólo real y auténtica simpatía por cada uno de ellos, sino que siente también sus angustias y dolores como si fueran seres humanos iguales a ella”. Si al repertorio zoológico identificado por Oroz le sumáramos los animales incluidos en Poema de Chile (1967), como la chinchilla, las garzas, el castor o los cormoranes, el número de especies aumentaría y se diversificaría de forma significativa.

La afición de Mistral por los animales también está presente desde temprano en sus prosas publicadas en la prensa. Entre 1926 y 1928, la poeta escribió una serie de textos que denominó estampas de animales. Inspirada en sus visitas a los jardines zoológicos de París, Amberes, Brujas y Marsella, en estos textos da rienda suelta a su vocación de contadora para ilustrar a sus lectores las particularidades asombrosas de los animales que iba viendo. De alguna manera, el zoológico se presenta ante sus ojos como un cosmos en miniatura, pues allí es posible ver simultáneamente las más diversas especies animales provenientes del mundo entero. Pero Mistral no es ingenua. En algunas estampas ella se conmueve ante el sufrimiento de los animales en cautiverio, al mismo tiempo que aprecia el milagro mismo de la creación divina.

La predilección de Gabriela Mistral por el huemul es por todos conocida. En su artículo Menos cóndor, más huemul (1926), la poeta realiza una defensa del ciervo presente en el escudo chileno y de los atributos tanto físicos como espirituales que ella vincula a este animal. Frente al actuar agresivo del cóndor, al cual califica como un “hermoso buitre”, la escritora reivindica al huemul por “la finura de sus sentidos”. Leídos en clave simbólica y nacional, Mistral busca promover entre los educadores la en- señanza de la sensibilidad inteligente y pacífica del cervatillo chileno por sobre la violencia de las proezas militares que ella identifica con “el orden del cóndor”. Mistral define en este texto su devoción por el huemul y proyecta en este pequeño animal un modo amoroso de ser y estar con otros.

No por nada en Poema de Chile, libro póstumo en el que Mistral imagina su retorno al país convertida en una fantasma, ella elige al huemul para acompañar a la mamá y al pequeño atacameño en su caminata desde el norte hasta el extremo austral del país. Sobre la elección de estos tres personajes -una mujer mayor, un niño indígena y un animal en peligro de extinción-, Jaime Concha, autor del libro Gabriela Mistral, sostiene que la escritora toma partido por quienes “han sido en Chile objeto de una negación sistemática”. A esta iluminadora lectura puede agregarse que tras la decisión de Mistral subyace una invitación a pensar e imaginar otras formas de vivir lo común. En el trío conformado por los viajeros, las oposiciones jerárquicas adulto/niño, hombre/mujer, blanco/no-blanco, humanos/animales se vuelven porosas. En consecuencia, Gabriela Mistral delinea para nuestro país una comunidad alternativa intergeneracional, mestiza y multiespecies. En esa utopía social, los animales también son protagonistas.

 

En Poema de Chile, libro al que Mistral dedicó los últimos 30 años de su vida en medio de viajes y mudanzas por distintos países del mundo, destaca de manera especial la presencia de los pájaros. Los poemas Tordos, Garzas, Perdiz, La tenca, Cormoranes, Cisnes en el Lago Llanquihue y Emigración de pájaros ponen de manifiesto el especial interés de la poeta por estos animales alados. Para escribir esta obra, Mistral solía solicitar a sus conocidos materiales bibliográficos sobre geografía, botánica, zoología y otras materias con el fin de avivar su memoria sobre la tierra chilena. En el Museo Gabriela Mistral de Vicuña, se encuentran custodiados los libros de la biblioteca personal de la autora y los ejemplares que ella consultó para la escritura de su Poema de Chile.

En las colecciones bibliográficas de los fondos Doris Atkinson y Barnard College del museo de su ciudad natal, se encuentran alrededor de 25 libros de ornitología y divulgación científica sobre aves en distintos idiomas (español, francés, italiano y varios en inglés). En el mes de febrero, tuve la oportunidad de consultar directamente algunos de estos ejemplares. Pude ver los subrayados y las anotaciones que Mistral fue haciendo mientras leía y aproximarme a los textos que nutrieron su imaginación poética sobre el reino animal. Con una “Ch.” manuscrita en color azul la poeta marcaba la información sobre Chile que le parecía relevante. En lo que respecta a las aves, pude apreciar su especial interés por las especies marinas y migratorias como el albatros y el petrel, pero también por el cóndor, la perdiz, el tordo, la golondrina, el jilguero y el picaflor. Sin importar el idioma ni el origen de sus fuentes, ella parecía buscar con insistencia todo tipo de información sobre estos y otros animales como la ballena, el ciervo y la medusa.

Otro aspecto que llama la atención de los libros sobre aves que poseía Mis- tral es su dimensión visual. Muchas de estas publicaciones incluyen ilustraciones en gran formato y a color, que hacen de estos libros verdaderos objetos de valor patrimonial. También destaco el tono amoroso, anecdótico y respetuoso con el que varios de los autores de estos textos ornitológicos se refieren a las aves. Lejos de pensarlas como objetos de estudio y de agobiar al lector con taxonomías y tecnicismos científicos, estos animales son presentados como seres dignos de admiración, inteligentes, juguetones y plenos de vida. Esta manera afectiva, curiosa y fraterna de pensar los vínculos interespecies también está presente en los escritos de Gabriela Mistral. Lo cierto es que la poeta no sólo admiraba a los pájaros como la tenca y el tordo por su canto capaz de conectarla con sus memorias de infancia y otras vidas, sino que además compartía con las aves que veía en sus largos viajes por el mar, su vocación errante y anhelo de libertad.

 

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