EL ASOMBROSO MUNDO DEL ARTE PLUMARIO
La aparente simpleza del diseño se transforma en una técnica elaborada y lenta, que se remonta a los Andes prehispánicos, y que habría tenido como material principal la iridiscencia, textura y color de las plumas de pájaros. Una pieza magistral de un tiempo pasado que nos habla en un lenguaje cercano.
Frente a nosotros, un enorme rectángulo compuesto de divisiones de amarillo y azul brillante. La simpleza de la composición, el protagonismo del color y su uso complementario podría llevarnos a pensar que la obra tiene su origen en el trabajo de Josef Albers. Sin embargo, lo que vemos no es una pintura, no proviene del arte abstracto de Europa o Estados Unidos y no pertenece al siglo XX. El lenguaje sencillo de esta obra y la fuerza de sus colores se anclan en tiempos mucho más remotos, alrededor del 600-1000 D.C., en la cultura Wari de los Andes Centrales, actual Perú. Si miramos con atención, nos daremos cuenta de que lo que parece a primera vista una sola obra de colores planos, es de hecho un conjunto. En total, nueve paneles rectangulares, cada uno compuesto de dos rectángulos amarillos y dos rectángulos azules, dispuestos grupalmente en la fotografía de The Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Ese color vibrante, uniforme y saturado, son cientos de plumas de aves tropicales. Estamos frente a una de las grandes obras maestras del arte plumario prehispánico. Según indica Heidi King en su capítulo Featherwork, del libro “Wari: Lords of the Ancient Andes” (2012), estos paños con plumas de guacamayo amarillo y azul habrían sido parte de una enorme ofrenda realizada en el sitio de Corral Redondo (Valle de Churunga). Cerca de 96 paneles habrían sido depositados en vasijas monumentales y enterrados en un espacio ceremonial de muros concéntricos, junto con restos humanos u ofrendas de sacrificio. Debido a que poseen bordes y cuerdas superiores, King propone que pudieron servir para decorar muros de edificios. Ver de cerca una de estas piezas resulta asombroso. La aparente simpleza del diseño se transforma en una técnica elaborada y lenta que habría tenido como material principal la iridiscencia, textura y color de las plumas de pájaros, cuyo hábitat estaba más allá de los límites territoriales de la cultura Wari.
En un ejemplar semejante perteneciente a la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino, se pueden observar los diversos pasos de su elaboración, que forman parte de la técnica de “Feather Strings” explicada por Christine Giuntini (2012) en su capítulo Techniques and Conservation of Peruvian Feather Mosaics del libro “Peruvian Featherworks: Art of the Precolumbian Era”. Éstos incluyen construir guirnaldas de plumas pequeñas de un solo color enlazándolas con hilos por los cálamos, recortar esas guirnaldas para ajustarlas al tamaño de la sección de color que se desea crear y adherirlas a la superficie textil rectangular, cosiéndolas en horizontal, de abajo hacia arriba y con una leve superposición, permitiendo que las zonas de costura y anudado queden escondidas. Una vez terminado cada panel, éstos pudieron ser dispuestos unos al lado del otro, envolviendo los muros de un edificio que de pronto habría adquirido los colores de la Amazonía. En algún punto de su vida social, estos paneles habrían sido sacados de esos muros y enterrados en enormes vasijas, custodiando bajo tierra sus cientos de plumas. Sus colores y composición habrían quedado en compañía de otro tipo de personas: ancestros y/o otros seres no-humanos a quienes pudieron ofrendarse. Hoy nos hablan en un lenguaje cercano, de aquel mundo que los vio nacer: de las rutas que habrían permitido que sus plumas viajaran al lugar donde fueron producidos, de las lógicas de dualidad y complementariedad que estructuran el orden de las cosas en los Andes y de la vitalidad que un objeto estético posee y otorga allí donde esté, ya sea en el ámbito de la vida o en el de la muerte.