CONTAMINACIÓN FARMACÉUTICA EN EL AGUA:

UNA AMENAZA FANTASMA

La industria farmacéutica ha logrado avances extraordinarios en la lucha contra las enfermedades, mejorando la calidad de vida de millones de personas. Enfermedades antes mortales ahora son tratables, y la esperanza de vida ha aumentado considerablemente. Sin embargo, estos avances no vienen solos: la contaminación farmacéutica de ríos, lagos y océanos está afectando significativamente la salud humana, animal y del medio ambiente.

Un aspecto que merece especial atención es cómo los antibióticos contaminan nuestros sistemas acuáticos, dado que tienen múltiples vías para ingresar al medio ambiente. Este problema no sólo tiene impactos ecológicos, sino también consecuencias significativas para la salud pública y la biodiversidad. Los antibióticos se utilizan ampliamente en la ganadería y la acuicultura para tratar y prevenir infecciones bacterianas, y antiguamente incluso para promover el crecimiento animal. Como resultado, los residuos de antibióticos presentes en la orina y las heces del ganado pueden ingresar al medio ambiente al infiltrarse en el suelo y, eventualmente, ser arrastrados a ríos y lagos por las lluvias. Asimismo, los antibióticos utilizados en la acuicultura pueden contaminar una amplia gama de cuerpos de agua, cuando los desechos de las granjas piscícolas, que contienen estos compuestos, se liberan tanto en sistemas de agua dulce como saladas. Otra vía de ingreso de los antibióticos al medio ambiente es a través de las aguas residuales urbanas. Nuestro cuerpo no descompone por completo los medicamentos que consumimos. Lo que no utiliza lo excreta en forma de orina o desechos. Si las plantas de tratamiento no logran eliminar estos residuos de manera efectiva, pueden terminar en ríos y arroyos, y en menor medida, llegar al mar. Estos cuerpos de agua suelen ser el destino final de las aguas residuales tratadas que cumplen con los estándares de calidad ambiental en Chile. También la eliminación inadecuada de medicamentos no utilizados o vencidos por parte de las personas, instituciones de salud, o industrias farmacéuticas pueden resultar en que los antibióticos ingresen al agua a través de las aguas residuales urbanas o lixiviados de vertederos, que son líquidos contaminantes que se forman cuando el agua se filtra a través de basura acumulada.

La preocupación creciente de esta contaminación de las aguas por antibióticos, es que las bacterias presentes en estos ecosistemas están expuestas continuamente a estos medicamentos. Este contacto constante con los antibióticos provoca que algunas bacterias desarrollen mecanismos para resistir sus efectos, convirtiéndose en bacterias resistentes. Esta resistencia antimicrobiana produce que los tratamientos habituales ya no sean efectivos para combatir las enfermedades bacterianas, provocando infecciones prolongadas y potencialmente mortales. Los efectos adversos se intensifican debido a que los profesionales de la salud van agotando las opciones efectivas para combatir estas infecciones. Además, dado que una fracción significativa del agua que consumimos proviene de fuentes naturales como ríos y arroyos, también podríamos estar ingiriendo pequeñas cantidades de antibióticos. Esta exposición constante a los antibióticos, aunque en concentraciones mínimas, también podría contribuir al desarrollo de resistencia antimicrobiana. La liberación de antibióticos en los ecosistemas también tiene un impacto significativo en la diversidad biológica. Esto se debe a que altera la composición de las comunidades bacterianas, afectando así el delicado equilibrio biológico de los ecosistemas. Esto afecta a todo tipo de procesos ecológicos, ya que muchos de estos microorganismos desempeñan un papel fundamental en ecosistemas fluviales, debido a la circulación de nutrientes como el carbono o el nitrógeno. Como resultado, puede producirse una reducción en la biodiversidad, lo que afecta no sólo a las especies que dependen directamente de estos microorganismos, sino también a los seres humanos, quienes se ven afectados de manera indirecta por ellos para mantener el funcionamiento adecuado de los ecosistemas y los servicios que éstos nos brindan.

Ni siquiera las plantas de tratamiento más modernas pueden eliminar todos los medicamentos de manera efectiva. Por lo tanto, no tan sólo los antibióticos, sino que también los antidepresivos, hormonas, analgésicos y otros fármacos, terminan en los cursos de agua a través de diversas vías, pudiendo regresar incluso -en muy pequeñas concentraciones- en forma de agua potable. La fluoxetina, un antidepresivo de uso extendido, se ha detectado en diferentes cuerpos de agua y se ha sugerido que modifica significativamente el equilibrio ecológico al afectar las interacciones entre especies. Por ejemplo, se ha encontrado que algunos peces como las carpas, cuyas presas son las pulgas de agua, al ser expuestas a fluoxetina experimentan una disminución en su eficiencia depredadora, evidenciada por una menor distancia de reacción y una reducción en la tasa de alimentación. Además, teniendo en cuenta que las pulgas de agua muestran un mayor crecimiento en presencia de este medicamento, se ha predicho que esto podría ocasionar un aumento en su población, ya que no serían controladas de manera tan efectiva por las carpas. Más allá de la fluoxetina, otros medicamentos comunes también irrumpen en nuestros ecosistemas acuáticos. El ibuprofeno, por ejemplo, actúa como un fertilizante inesperado para algunas plantas acuáticas, impulsando su crecimiento descontrolado. En los ecosistemas acuáticos la luz solar es usada por las plantas para realizar fotosíntesis, un proceso vital para producir oxígeno. Sin embargo, el exceso de algas y plantas acuáticas reduce la luz solar disponible para las plantas que habitan en partes más profundas de los cuerpos de agua. Al morir estas plantas, los microorganismos que las descomponen consumen el oxígeno restante, causando la muerte de peces y otros organismos. La biodiversidad se ve mermada, los ciclos biogeoquímicos se alteran y el equilibrio del ecosistema se ve afectado. Así, la influencia de los medicamentos en el medio ambiente puede desencadenar una serie de efectos ecológicos en cascada, alterando desde la composición de las comunidades hasta la dinámica poblacional de especies clave en los ecosistemas acuáticos.

La contaminación farmacéutica de nuestros cuerpos de agua no sólo plantea una amenaza directa a la biodiversidad y la estabilidad de los ecosistemas acuáticos, sino que también representa un riesgo significativo para la salud pública. La persistencia de fármacos como los antibióticos y antidepresivos en el ambiente acuático evidencia la necesidad urgente de mejorar los sistemas de tratamiento de aguas residuales y de adoptar prácticas más sostenibles en el uso y disposición de medicamentos. Además, se necesita fomentar la investigación y la educación sobre el impacto ambiental de estos contaminantes para mitigar sus efectos y buscar soluciones. Finalmente, es crucial trabajar desde el enfoque One Health, a través de un esfuerzo conjunto entre industrias, gobiernos y comunidades para abordar este desafío global, garantizando que los avances médicos no tengan, a largo plazo, repercusiones negativas en nuestra salud y en la del planeta.

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