Construir Habitar Pensar
Si bien ha pasado bastante agua bajo el puente en el mundo de las ideas filosóficas desde la época en que Martin Heidegger (1889-1976) desarrolló su obra hasta hoy, es innegable que las preocupaciones centrales de sus planteamientos influyeron fuertemente en muchos de los filósofos y filósofas que vinieron e incluso resuenan en discusiones filosóficas actuales. Una de estas preocupaciones es desarrollar un modo de comprensión del ser humano que – a diferencia del modo imperante en la filosofía del siglo XX – dé cuenta de la complejidad de este ser.
Si bien ha pasado bastante agua bajo el puente en el mundo de las ideas filosóficas desde la época en que Martin Heidegger (1889-1976) desarrolló su obra hasta hoy, es innegable que las preocupaciones centrales de sus planteamientos influyeron fuertemente en muchos de los filósofos y filósofas que vinieron e incluso resuenan en discusiones filosóficas actuales. Una de estas preocupaciones es desarrollar un modo de comprensión del ser humano que – a diferencia del modo imperante en la filosofía del siglo XX – dé cuenta de la complejidad de este ser. Su manera diferente de comprender algunos de los grandes asuntos pensados por la filosofía, tales como la libertad o la muerte, por ejemplo, guarda relación con que él está pensando en estos asuntos desde una comprensión del ser humano propia y, para algunos, iluminadora respecto a quienes somos. Es este carácter iluminador de lo que es la experiencia incuestionablemente común de ser, lo que explica el poder cautivador que ejercen sus ideas en personas de variadas formaciones y oficios.
En su conocido libro Ser y Tiempo (1927) Heidegger nos presenta la palabra ‘Dasein’ como aquella que acuña su comprensión del ser humano, y nos propone que cualquier empresa filosófica requiere necesariamente de una comprensión genuina de aquel ser que (es siempre quien) la emprende. De aquí que en esta obra nos ofrezca su ‘analítica existencial del Dasein’, esto es: un análisis de nuestra existencia. Una de las primeras aseveraciones con la que nos encontramos es que el Dasein es ser-ahí, que es siempre ser-en-el-mundo. Esto, a primera vista, parece algo bastante obvio, pero a lo largo de su libro nos va mostrando las complejidades implicadas en una comprensión de esta noción.
Aunque el vínculo no esté explícitamente dicho, es posible decir que en su texto Construir Habitar Pensar (1951) Heidegger ofrece un despliegue de la noción de ser-en-el-mundo a través de una reflexión sobre el habitar y el construir. Esta reflexión es imprescindible no sólo para quienes tienen oficios vinculados a la planificación y construcción, pero sí especialmente para ellos. De aquí que en algunas escuelas de arquitectura este texto se trabaje en algún momento de la malla curricular. En esta línea, paradigmática es la invitación que en 1994 hace el Deutsche Bank a un grupo de nueve artistas (entre los cuales se encuentra Eduardo Chillida) a inspirarse en este texto y crear obras que desplieguen el asunto del construir y el habitar. El resultado es fascinante y se puede ver en la Grafikeditionen Bauspar AG (1993-1999) ‘Bauen und Whonen’ (‘Construir y Habitar’).
En Construir Habitar Pensar Heidegger tiene en miras la crisis habitacional en la Alemania post Segunda Guerra Mundial, en que la falta de habitaciones conlleva a un florecimiento de construcciones masivas que nuestro autor reconoce como necesarias, pero que cuestiona en tanto duda que posibiliten un habitar. La sentencia con la que nos instala de plano en el terreno desde donde desarrollará este cuestionamiento es la siguiente: construir no es solamente un medio para habitar, sino que construir es ya habitar. Este modo de comprender el habitar, sostiene, ha caído en el olvido, lo cual es un problema en tanto con este olvido se oculta algo decisivo: no se experimenta el habitar como el ser del ser humano y así, el habitar no es pensado jamás como el rasgo fundamental del ser humano. Heidegger es muy claro en sostener que ser humano quiere decir ser mortal sobre la tierra, quiere decir habitar. Esto implica que no habitamos porque construimos, sino que construimos en cuanto somos lo habitante. ¿Cuál es entonces la esencia del habitar? Aquí comienza lo decisivo del texto y, en lo que sigue, haré referencia a uno de sus varios momentos cruciales.
Habitar, nos dice Heidegger, es un proteger que consiste en ‘dejar-liberar’ algo en su esencia. Habitar significa permanecer circundado en lo libre, que protege a todo en su esencia (en la palabra ‘circundado’ resuena la bella visión griega de la noción de ‘límite’ como aquello desde donde algo comienza a ser – es liberado – y no como aquello que hay que superar para ser libres). Este tipo de proteger atraviesa al habitar en toda su amplitud, y es esta amplitud la que se nos muestra cuando pensamos que el ser del ser humano descansa en el habitar y en el sentido de la morada de los mortales sobre la tierra. ‘Sobre la tierra’ quiere ya decir ‘bajo el cielo’, y ambos mientan también un ‘permanecer ante los divinos’ y un ‘pertenecer a la comunidad de los seres humanos’. Aquí aparecen los cuatro elementos de la famosa cuaterna [das Geviert] de Heidegger. Para oídos contemporáneos, sugiero entender bajo la palabra ‘divinos’ a ‘todo aquello que no está en nuestro control’ (¿o será mucho pedir a los seres humanos de hoy, convencidos de que todo es calculable y dominable?).
En el salvar la tierra, acoger el cielo, esperar a los divinos y en el guiar al ser humano, acontece el habitar en tanto cuádruple proteger de la cuaterna, sostiene Heidegger. Independientemente de las diferentes aristas que quedan por desarrollar para comprender este planteamiento cabalmente, es claro que con esta visión Heidegger nos invita a pensar en el habitar desde una mirada que integra estas cuatro dimensiones. En épocas como la nuestra, (i) con una crisis ambiental que nos conmina a poner en cuestión la relación con la tierra y el cielo que ha resultado de nuestro afán de control, y (ii) con la existencia de una diversidad de guías para el ser humano que se ha transformado en un desafío para la noción de comunidad, me parece que una reflexión como la que Heidegger ofrece en este texto merece la pena ser oída. De invitación, sirvan las palabras finales de su texto: ‘La auténtica penuria del habitar no consiste ante todo en que falten habitaciones… estriba en que los mortales tendrían ante todo que buscar nuevamente la esencia del habitar, en que ellos tendrían que aprender ante todo a habitar…Realizan eso si construyen por [aus: desde, a partir de] el habitar y piensan para el habitar’