Carpe diem digital

Reflection (2017) de Brian Eno es música eterna e impredecible. Un abanico de pistas sonoras que un algoritmo hace entrar y salir al azar, y que además se complementa con una secuencia visual infinita. El músico ha explicado que la posibilidad de que una secuencia se repita podría tomar millones de años. Un tránsito continuo y efímero que va más allá del bien y el mal.

Publicación del artista en su Instagram @brianeno, a propósito del lanzamiento del documental Eno (2024), de Gary Hustwit.

El músico inglés Brian Eno desde los años ‘70 ha venido experimentando con la posibilidad de una música ambiental que pueda escucharse a gusto, como un fin en sí mismo, que fuera muy parecida a la que encontramos en una sala de espera de un dentista, sólo que de calidad. Una música que se parezca más al tipo de luz que tenemos en una pieza antes que a una canción que nos hace cantar y bailar. Entre sus discos emblemáticos de esta experimentación figuran Discreet music (1975), Music for Airports (1978) y Apollo (1983). A esta lista se suma uno más reciente, Reflection (2017).

Reflection es un disco de una hora y también una aplicación que podemos descargar en el celular, la cual generará una música eterna e impredecible. Según explica Brian Eno en un reportaje de la BBC, la posibilidad de que una secuencia se repita podría tomar millones de años. Funciona de esta manera: de un vasto abanico de pistas sonoras, un algoritmo las hace entrar y salir al azar. No sé si podría decirse que es el resultado de una inteligencia artificial, pero el efecto “no-hu-mano” que produce hace pensar en algo así.

Doy fe que se puede escuchar durante horas y días (¡y hasta semanas!) sin cansar. Nunca sabremos lo que viene, por lo tanto la mente renuncia a adelantarse. Es un llamado digital al carpe diem de Horacio: vivir el momento. Ahora bien, esto el músico lo consigue no sólo por el antiguo recurso del azar: los sonidos que ha elegido no desencadenan emociones, de manera que el pasado tampoco se hace presente. Expresado así, uno podría imaginar una música fría, robótica, pero no, está lejos de serlo. Es básicamente algo neutro, una atmósfera hipnótica perfecta para realizar un paseo introspectivo.

Del disco Apollo creo que podría decirse que tiene elementos narrativos que generan curiosidad, expectativas que atrapan la atención. Reflection, en cambio, al carecer de toda estructura, se encontraría en las antípodas de ese trabajo seminal: es sólo forma en el buen sentido, sin mensaje ni contenido alguno; es una música que no evoca nada. En la reseña que se publicó en The Independent se afirma que produce “un impacto profundo en el estado de ánimo; es un disco para perderse en él”.

La aplicación que uno baja al celular viene con algo más: una secuencia visual también infinita que se proyecta cuando tenemos abierto el programa, en la que Brian Eno trabajó con el programador -y también músico- Peter Chilvers. Lo que acabamos de ver en la pantalla del teléfono ya pasó: no hay duración; al igual que la música que estamos escuchando, es un flujo. Brian Eno comenta que estas imágenes que aparecen están “más allá de su gusto”. En efecto, de pronto unos cuadrados color café mutan en un rojo rodeados de geometrías verdosas y azules.

 

Cuadro de la secuencia visual de Reflection (2017)

Mientras escribo estas líneas lo estoy escuchando. Alguien podría discutir si es música, y no sería fácil refutarlo. ¿Bastará decir que el campo de sonidos que se produce es, con frecuencia, de una belleza extraordinaria, y que la “armonía” que surge está más cerca de la naturaleza que de una mente que imagina?

La imagen de portada de Reflection es la cara de Brian Eno a media luz y casi pixeleada. No parece una foto profesional. Esa austeridad es coherente con la música y con el estado psíquico o espiritual en que quedamos: contemplativo, ingrávido. Tenemos ante el oído (y la vista) algo así como una prueba de que todo pasa, de que todo va pasando sin lentitud ni apuro. Podría hablarse de algo que está más allá del bien y del mal. Este tránsito continuo hace pensar en la conocida frase del emperador Marco Aurelio: “Todo es efímero, el recuerdo y lo recordado”.

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